“Consumen mexicanos al año 214 kilos de comida chatarra ( La Jornada, 17/6/21).”
¿Y cuántos conocimientos chatarra por año, habrán consumido y consumirán en promedio nuestros compatriotas, a partir de la llamada reforma educativa? Porque, si ésta desterró de las aulas periodos centenarios de la historia de México, como los orígenes y el periodo prehispánico; y el civismo, como catálogo de convivencia social en el marco de un territorio inalienable y de un modelo pluricultural; y la ética, como principio de la construcción y evolución de lo exclusivamente humano; y las ciencias, como instrumentos del autoconocimiento y el del entorno, desde la sique al universo, desde las relaciones interpersonales a la relación con Natura en su aprovechamiento y preservación…; no sólo debemos devolver su lugar a estos conocimientos imprescindibles en la construcción y mantenimiento de una sociedad saludable, sino abatir la primacía de tecnologías sorprendentes, pero sin contenido, de las técnicas para el actuar y pensar de forma mecánica sin objetivos subyacentes.
Tal como hace 200 años, el capital instauró su reino con base en la enajenación del individuo, hoy el aprendizaje formal enajena más sutilmente al identificar la legitimidad de los estudios con su finalidad económica, sin importar los contenidos. Así, el estudiante de la carrera de “comunicación” aprende técnicas, pero ignora lo que va a comunicar y casi todos terminan sirviendo a una mercadotecnia sin principios. Ajenos a sí mismos, no cuestionan su lugar en la sociedad, aprenden tecnologías que les dan un estatus de clase media. Diferenciados del obrero, del campesino y de los trabajadores manuales, creen que han superado la función de explotados en la composición de la sociedad, mientras, como antes en la historia, la fuerza del capital impide con sutileza el surgimiento de una conciencia de clase, objetivo principal de las instituciones educativas privadas e impuesto por la educación pública.
Más acá de los indudables fraudes que inclinaron la balanza en distintas demarcaciones durante las recientes elecciones (y de los errores estratégicos, programáticos y mezquindades del partido mayoritario) el perfil de las ahora llamadas clases medias, no determinadas tanto por los niveles de su ingreso familiar como por su educación formal e informal, merece atención especial. Pues, así como la obesidad y la diabetes afectan a una proporción tan inquietante de la población mexicana que, finalmente, se puso en la mira la comida chatarra impuesta por los grandes capitales beneficiarios, debemos atender la formación del individualismo a ultranza y la ley del más fuerte, manifestados en el acoso escolar y barrial, regulando los contenidos de la tecnología informática, desde los juegos virtuales (para que nunca más se escuche a un niño de cuatro años decir, con un celular en mano: “Mamá, enséñame cómo matar a unos que no puedo…”) Y urge devolver a los menores de cualquier edad los talleres manuales y sensoriales, cuyos resultados tienen el precio del orgullo, no el del mercado… Es nuestra responsabilidad despertar y aprovechar esta coyuntura histórica para actuar con ellos en la construcción del México que deseamos.