Nuestra amistad epistolar era ya de varios años, pero al maestro Ernesto Rosas lo conocí personalmente hasta 2008, en la sala Carlos Chávez de la UNAM, una hora antes de que subiera al escenario. Sabíamos de su calidad musical y lo habíamos invitado al Primer Festival Nacional de Jazz. La sala estaba llena, y aunque prácticamente nadie en el DF conocía al quinteto, al final del concierto todo mundo ovacionaba de pie a Ensenada Jazz. La banda tuvo que regresar entonces con dos encores y con la firme convicción de que había triunfado en el centro de la República.
Ochoa años después fuimos nosotros, mi obstinado subconsciente y yo, los que viajamos a Ensenada para presentar el Atlas del Jazz en México. Nos estacionamos frente al Centro de Estudios Musicales de la Universidad Autónoma de Baja California, y estando ya frente al auditorio donde se llevaría a cabo el evento, la emoción nos desbordaba mientras leíamos en lo alto del portal: “Sala Dr. Ernesto Rosas Montoya” (nos enterábamos apenas de esto).
Era (es) la sala donde ensaya la Orquesta Sinfónica Estudiantil de la UABC, dirigida y fundada por el propio Ernesto Rosas en 1990. Presentamos el libro, el doctor al piano y una big band de chavales hicieron sonar algo de George Gershwin, hubo una amplia sesión de preguntas y respuestas. Al final, alejándonos paulatinamente de los estudiantes y los invitados y los etcéteras, subimos a la oficina de Ernesto para poder conversar con más tranquilidad.
En la pared colgaban varias fotografías, resaltando una de Ernesto con Horace Silver, otra con George Benson y una más con Dizzy Gillespie. “Ésa con Gillespie es la que más aprecio –nos comentó el maestro–. Nos la tomamos en el Hollywood Bowl, por ahí del ‘81… estaba yo platicando con Jaco Pastorius; Jaco quería conocer a Dizzy Gillespie y cuando salió Dizzy, el organizador del concierto se lo presentó, y yo ahí con mi amigo del otro lado. Entonces volteó Dizzy Gillespie y me dijo: ‘¿Y usted?’ ‘Yo soy un pianista de Ensenada’ ‘Ah, una foto con ustedes también.’ Y él se puso, él se acomodó. Una persona maravillosa.”
Tres años después de esta visita, Ernesto Rosas se estaría jubilando tras cumplir tres décadas de vida en la UABC, habiendo instituido la Licenciatura en Música y habiendo formado una orquesta; además de estrenar varios conciertos clásicos y una ópera de su autoría.
“En el 88 entré a trabajar a la universidad para instalar un taller de música. Al principio sólo era maestro de piano en ese taller, y ya en 1990 tuvimos el primer ensayo para formar la orquesta, con un arreglo que hice a una canción de Los Beatles, She’s leaving home. Ya te había platicado que entre el 76 y el 79 estuve en el Distrito Federal, y aparte de estudiar en la (Escuela) Nacional de Música, estuve en el taller de composición que dirigía Mario Lavista en el Conservatorio.”
¿Qué haces después de jubilarte?
“Me puse a componer como loco. Terminé un quinteto de cuerdas, terminé una pieza para noneto y dos cantantes que me encargaron en San Diego. Hice además una obra para orquesta de 100 músicos. Y empecé además con los arreglos para grabar un nuevo disco con Ensenada Jazz. A finales de 2019 iniciamos a grabar la primera pieza: El vuelo del mariachi. Luego se vino la pandemia. Logramos grabar un poquito aquí, otro poquito allá.”
Hace tiempo me comentaste que siempre has hecho discos en vivo, que no te gusta grabar en muerto.
“Siempre me negué a grabar en estudio. El primer disco, Leviatán, lo hice en un estudio, pero en unas horas y sin cortes. Todo lo demás ha sido en vivo. Ahora con la pandemia volvimos a grabar en un estudio, pero en vivo. Convencí a Héctor Zepeda para que viniera a grabar; él fue el primer contrabajista de Ensenada Jazz, ya todos estamos viejos; también vino Esteban Hernández, el baterista que estuvo en el festival que hiciste en la UNAM; él tuvo un accidente y quedó parapléjico, pero con miles de esfuerzos empezó a tocar otra vez con las dos manos; con una mano toca las partes graves que serían el bombo de la batería, es muy inteligente. También lo convencí y se animó a grabar.
“Grabaron también varios músicos jóvenes. Mi hijo René está en el fagot. Fue mucho trabajo, pero por fin pudo salir en mayo de este año. El disco se llama Ensenada Jazz 9. Primero salió como un disco físico y acaban también de hacerlo digital.”
El espacio ya no nos permitió hablar de los 17 años que dirigió el Festival Internacional de Jazz de Ensenada. El próximo 3 de octubre Ernesto Rosas cumplirá 70 años y, sin vuelta de hoja, su energía es la de un chaval de 20. Salud