La designación del nuevo rector de la UAM, don Antonio De los Reyes, pegó duro en la cúpula de la hacienda de don Fernando De León, rector de Xochimilco. Tristeza, depresión e incluso enojo provocaron que en una red pública un funcionario menor tuviera una expresión poco cortés con el elegido titular: “lamento comunicarles esta noticia” y luego sólo venía la foto del satisfecho recién nombrado, quien aparecía como apoyado en una de las columnas del edificio de rectoría general, junto al Tec de Monterrey. El mensaje obviamente asumía que las y los profesores debían ver ese nombramiento con tristeza y hasta como afrenta, pero, algo raro en ese usualmente activo chat, la frase y la foto permanecieron ahí en la orfandad, durante un par de horas. Una eternidad, y señal de la profunda desconexión de los funcionarios con muchos de los y las profesoras. Hasta que finalmente alguien sin ingenuidad preguntó “¿qué quieres decir con eso?” Y siguió luego un tenso diálogo con el funcionario que concluyó con duras críticas en contra del rector xochimilca.
El funcionario, desconcertado y a la defensiva, reiteró su disgusto con el designado y casi como amenaza añadió “a ver cómo le va con el sindicato”. Como si el Situam fuera una especie de charro negro vengador al servicio de las pugnas territoriales entre la hacienda de la Flor ( xóchitl-mil-co) y la Casa Blanca ( Ixta-palapa).
Este nuevo rector llega al puesto después de otros dos titulares, uno de Xochimilco (veterinario) y, el ahora saliente, de Cuajimalpa (sicólogo). El primero enfrentó fuertes cuestionamientos por su conducción; el segundo, una huelga de tres meses, cuyo manejo delegó al secretario general, ahora rector, así como el problema de pensiones otorgadas y luego retiradas.
El secretario general, ya muy visible por la huelga, apareció como quien ejercía la conducción, mientras el candidato de Xochimilco se hizo invisible, pero para desde ahí imponer medidas discutibles –como dinero a profesores que cambiaran programas de estudio– y una propuesta de modificación conservadora en un programa de estudios que generó una resistencia entre los profes que ya dura más de año y medio. Ofreció, con esto, una imagen muy poco prometedora de una aceptable conducción.
Ante esta situación, a la hora de designar rector, en los hechos se optó por ir hacia el único puerto que se ofrecía seguro: el retorno al pasado que, en contraste con las veleidades del presente, aparecía como de vigoroso proyecto, clara conducción, prosperidad y certeza: la perla neoliberal. Tan estaba en el aire ese regreso, que hasta se dejó el campo libre: si para la anterior designación de rector general hubo 12 candidatos de todos los sabores, en esta última sólo hubo seis y casi todos con el perfil técnico adecuado.
Por eso el nuevo químico rector, de la Unidad Iztapalapa representa el retorno a la tecnocorriente conductora y predominante en la historia de la universidad (ocho rectores; muchos, uno tras otro, y ninguna de las otras unidades ha conseguido más de tres). Regresan al timón de los físicos, químicos, ingenieros como hacedores de la historia próspera y neoliberal de la UAM, y el adiós a la experiencia de los únicos tres rectores distintos (un filósofo, uno lingüista y otro sicólogo). Además, el rector de Xochimilco y el recién designado son egresados del Tec de Monterrey. Atrás queda también la UNAM como formadora de funcionarios.
Pero la expectativa es grande: corregir el error de cancelar las pensiones y mantener una política laboral concertada y, con la nueva Ley del Trabajo, respetuosa del Situam. Además, dar pasos claros en el financiamiento, evitar que la UAM siga devolviendo recursos a la Federación, colocarse junto con otras instituciones en una relación distinta con los gobiernos y sus dependencias a pesar de la Ley General de Educación Superior, reformular el presupuesto, suprimir renglones de gastos superfluos y de privilegio, canalizar recursos para contratar profesores (comenzando con los temporales con antigüedad) y admitir a más estudiantes sin discriminar a mujeres e hijas(os) de familias populares. Evitar el subsidio en especie a empresas (tiempo de investigadores y de laboratorios) someter a amplia discusión y acuerdo (no sólo en consejos y colegio) la orientación general del quehacer universitario: empresas y gobiernos o necesidades amplias de conocimiento sobre todo de las problemáticas y necesidades de la población pobre del país. Concretizar desde ahí la autonomía. Candados a la comercialización de servicios universitarios. Fincar la renovación académica en abrir espacios de participación y decisión a profesores sobre la institución y sus programas de estudio e investigación y difusión, en la legislación y el contrato colectivo.
La creciente crisis de conducción no se resuelve en la cúpula sino abajo. Y, si se olvida, siempre puede haber una rebelión en las haciendas.
* UAM-Xochimilco