La compositora austriaca Olga Neuwirth se define: “si alguna vez fui punk, siempre seré punk”.
Es una de las reinas del nuevo panorama musical del mundo, que va cediendo sus obsesiones de dominación machista frente al empuje, decisión, valentía y talento desbordado de las multitudes de mujeres geniales que han poblado la historia de la cultura de Occidente, pero han sido siempre ninguneadas.
Olga Neuwirth (se pronuncia Noivirt) acapara premios, reconocimientos, reflectores. Alumna de Pierre Boulez (1925-2016), estelariza hoy día la vanguardia musical sin aspavientos, con una discografía creciente, fascinante.
La reportera especializada en música Fiona Maddocks saludó así, en el periódico The Guardian, el estreno de la obra más reciente de Olga Neuwirth: “hizo historia en más maneras que una”.
En diciembre de 2019, Olga Neuwirth estrenó mundialmente su nueva ópera, Orlando, a partir de la novela de Virginia Woolf, con libreto de Catherine Filloux. Fue la primera ópera escrita por una mujer en los 150 años de historia de la Opera Estatal de Viena, la más rancia de las casas de ópera en el mundo.
Rancio. Así ha sido el ambiente de la música de concierto en Viena, siempre. Además, es la capital mundial de la música; ahí vivieron y escribieron Schubert, Mahler, Haydn, Brahms, Schoenberg, Webern, Berg (la Segunda Escuela de Viena), toda la tropa. Austria sigue reinando el mundo musical. El Festival de Salzburgo es el máximo foro planetario.
Apasionada del cine
Ahora, Austria es gobernada por una mujer: Olga Neuwirth. Su autoridad es musical, moral, intelectual, artística.
Denuncia: “Crecí en una región encantadora pero xenofóbica de la provincia austriaca, muy cerca de la frontera eslovena”. Describe: “En los años 80 era una punk que vivía en la provincia austriaca”.
Cuando tenía siete años quería ser la nueva Miles Davis y estudió trompeta, hasta que un accidente automovilístico le dañó la dentadura y mejor se dedicó a escribir música y a ver cine y a leer y a escribir y a narrarnos el mundo con música.
Halló, desde muy joven, su inspiración en Patti Smith y en Siouxsie Sioux. Le apasiona tanto el cine que se convirtió en el alma gemela, en música, de David Lynch, cuando convirtió en ópera el filme Lost Highway, con libreto de Elfriede Jelinek.
La Premio Nobel de Literatura Elfriede Jelinek ha sido su cómplice durante muchos años. Juntas han escrito muchas óperas, montajes dramatúrgicos, espectáculos multimedia.
Elfriede Jelinek escribió el libreto de la ópera de Olga Neuwirth titulada Bählamms Fest (1992-1998), a partir de una obra de Leonora Carrington. También es autora del texto, mientras Olga Neuwirth de la música, de otras obras maestras: Todesraten (1997) y la fascinante Der Tod und das Mädchen II (1999), con otra cómplice y compañera de aventuras: Hanna Schygulla, quien encabeza el reparto de esa maravilla operística multimedia.
Escuchar la música de Olga Neuwirth no es tarea sencilla, ciertamente.
Nacida en Graz, Austria, en 1968, Olga Neuwirth acrisola las influencias más insospechadas. En sus obras tempranas se nota la influencia de Adriana Hölzky, Tristan Murail, Luigi Nono, Giacinto Scelsi y Edgar Varese.
Las influencias crecieron con el tiempo: en sus obras podemos escuchar con claridad referencias a la obra de Pierre Boulez por igual que a los Beastie Boys, Miles Davis, Frank Zappa y muchos ejemplos de música popular austriaca y cosmopolita.
Quienes la han seguido de cerca durante décadas notan la red multisensorial de referencias y la manera en que incorpora no solamente elementos musicales, sino componentes de la vida cotidiana, así como de la literatura, la ciencia y el cine.
Sus obras, anotan sus biógrafos, son viajes en el tiempo y en el espacio, y a veces cita el pasado (que ella llama “espacios de la memoria”) para conjurar el presente.
Sus partituras están desfragmentadas en una vorágine donde el escucha se siente sacudido, mecido, adormecido, arrullado, tomado de los hombros y lanzado al espacio sideral. Lo suyo es el reino de los sueños, como también lo es el cine de David Lynch.
Su sentido del humor es exquisito. Y es sabido que el humor en música es un dejo mayúsculo de inteligencia que no todos los escuchas permiten entrar en sus entendederas. Lo que le pasó a la periodista Fionna Maddocks en el estreno de la ópera Orlando de Olga Neuwirth, le pasa a otros melómanos: “Muchas veces me reía yo sola en medio de las butacas, mientras los demás ni se inmutaban”.
Algo parecido sucede cuando escuchamos otras músicas que nos hacen soltar carcajadas de ‘ups, perdón’, en medio del concierto: la de Shostakovich, por ejemplo su Novena Sinfonía, o la música de Mozart, que hace sonreír a los integrantes de la orquesta mientras tocan la partitura y a los escuchas en las butacas que sí están dispuestos a escuchar música.
Por eso, entre otras cosas, escuchar la música de Olga Neuwirth no es tarea sencilla. Requiere, como piden otros muchos compositores, se comprometa el escucha, se involucre. Compromiso pide, por ejemplo, Bach en todas sus obras, tan conocidas en apariencia, pero el porcentaje de quienes ponen atención es relativamente bajo.
En las obras de Olga Neuwirth, trozos de diferentes géneros se entretejen, citan sus estudiosos, “en una fábrica que lanza a los escuchas a un maelstrom de sensaciones y llena el espacio de sonidos que tintilan, a veces perspicaces, otras de manera sorpresiva y desconcertante y siempre divertida”. Sacuden al escucha de toda autocomplacencia. “Sus obras son a la vez mordaces y oblicuamente apasionantes, en la tradición de un Karl Kraus o un Thomas Bernhard”.
Ironías sonrientes, sorprendentes, sonoras
Las obras de Olga Neuwirth son muy divertidas. Por ejemplo, en su disco más reciente, titulado Solo, la pieza número cuatro, Magic flu-idity, es prácticamente un concierto para flauta, máquina de escribir y orquesta.
Recomiendo de manera especial su disco Neuwirth & ICI Ensemble Who am I?–No More. Es una delicia de cinefilia, jazzecito y fiesta y juegos de palabras en inglés y en alemán. Por momentos nos recuerda a Bruno Ganz recitando a Peter Handke (otro escritor austriaco premio Nobel) en un filme de Wim Wenders mientras la música discurre en tono épico, preñada de ironía sonriente, y vamos de sorpresa en sorpresa: entre esas sorpresas, uno de los temas de Star Wars en tono de marcha interpretada por una banda de pueblo.
Muchas de las obras de Olga Neuwirth nos recuerdan los momentos más desmadrosos de Las Madres de la Invención, de Frank Zappa, y enseguida nos suenan ecos de las piezas orquestadas de Erik Satie y las secuencias jocosas de la banda de Carla Bley.
La cinefilia de Olga Neuwirth a todo lo que da: en su partitura titulada Who am I?, un niño recita, como si fueran diálogos, citas de filmes clásicos, por ejemplo: “it’s still the same story / a fight for love and glory”, de la canción As Time Goes By, del filme Casablanca.
Los instrumentos musicales a los que recurre son juguetes irresistibles, entre ellos un arpa de cristal, ese artefacto que parece trompo de tacos al pastor, y que no es otra cosa que un invento de Benjamín Franklin, y hace sonar copas de cristal untados los dedos con agua.
En su Trumpet Concerto, titulado ...miramondo multiplo..., de 2006, cita pasajes de Handel, Mahler (el inicio de la Sinfonía Titán) y multiplica efectos de sueños.
Su Viola Concerto, titulado Remmants of Songs... an Amphigory, de 2009, es otra fiesta de sonidos. Como indica su título, sugiere canciones conocidas, cita pasajes infinitesimales de ellas, las vuelve algorítmicas.
He ahí, nuevamente, la cinefilia de Olga Neuwirth: la primera canción aludida es precisamente la que figura en el filme Casablanca.
Lo suyo es lo inesperado, el nonsense llevado al límite. Una “amphigory” es una pieza de escritura nonsense.
Su partitura titulada Le Encantadas, o le aventure nel mare delle meraviglie rescata el sonido interior de la iglesia de San Lorenzo, ubicada en Venecia, la rescata del abandono y, para el efecto, sigue la estructura prosódica del libro Las Encantadas, o The Enchanted Isles, de Herman Melville.
Tenemos frente a nosotros un universo entero por descubrir, disfrutar, reír y pensar: la poderosa música de la compositora austriaca Olga Neuwirth.
Bienvenidos.