El director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), Manuel Bartlett, recordó ayer que varias empresas extranjeras se benefician de subsidios otorgados por la compañía estatal mediante el modelo de “autoabasto”, al cual calificó como “un atraco”. De acuerdo con el funcionario, esta figura tiene una base jurídica nula y supone un fraude a la ley.
Debe recordarse que el mal llamado “autoabasto” es un esquema de defraudación que permite a casi 80 mil “socios de paja” presentarse como sociedades de autoconsumo –es decir, que generan su propia electricidad–, cuando en realidad son empresas que compran energía a otras, quienes se las hacen llegar a través de la red de la CFE sin pagar la tarifa de transmisión, con lo cual la firma del Estado absorbe los costos de los privados que, para colmo, la están despojando de sus clientes. Este lucro con la red pública se da independientemente de la tecnología usada en la generación de electricidad, por lo que pueden beneficiarse del mismo tanto los productores de energías limpias como quienes recurran a hidrocarburos.
Esta situación de atraco permanente ilustra a la perfección la falsedad de las campañas mediáticas que atacan a la CFE en nombre de un supuesto ambientalismo: en este caso, la defensa del medio ambiente no es más que la fachada de intereses privados que buscan perpetuar el robo al erario.
Ciertamente, la empresa productiva del Estado debe avanzar en la transición hacia las energías renovables y la sostenibilidad, pero ello será imposible mientras siga atada a las disposiciones y los contratos corruptos signados durante los gobiernos del ciclo neoliberal, un lastre que de 2013 al año pasado le supuso pérdidas por al menos 471 mil 200 millones de pesos. El primer paso ineludible hacia ese necesario tránsito consiste, entonces, en sanear las finanzas de la CFE librándola de la carga de subsidiar a sus competidores y fortalecerla permitiéndole el uso pleno de sus capacidades de generación, las cuales se han limitado de manera artificial para hacer espacio a los actores privados.
Con todo lo que se sabe hoy, es inocultable que el propósito de todos estos esquemas siempre fue el de quebrar a la Comisión Federal de Electricidad y entregar el mercado al control total de la iniciativa privada, un modelo que se ha revelado catastrófico en todas las regiones donde ha sido aplicado.