En su evaluación anual sobre la democracia en México, la Fundación Conrad Adenauer concluyó que Nuevo León, en 2020, había obtenido la mayor calificación en el rubro económico y la más pobre en participación ciudadana.
Ese déficit hay que buscarlo en los mecanismos de control social que han pulido las empresas e instituciones neoleonesas: sindicatos, universidades, iglesias, clubes.
La movilización del electorado cada tres o seis años obedece a un complejo aparato de persuasión cuyo principal medio propagandístico y su metralla de socialización ideológica es El Norte. A esa socialización la refuerza una red de otros medios impresos, televisivos, radiofónicos y, ahora, el uso intensivo de las redes sociales.
Sin ese análisis no puede entenderse la insularidad de Nuevo León en el saldo de las recientes elecciones. Lo del millón 700 mil likes de la influencer –en fin– Mariana Rodríguez, esposa de Samuel García, es una construcción mediática que nubla la realidad del control social bajo la hegemonía de la oligarquía de Monterrey-San Pedro y de las sumas de dinero acaso extralegal invertido en su campaña.
Con el inicio del neoliberalismo, las demandas de esa oligarquía (paz social, paz laboral y paz universitaria) las satisfizo con medidas represivas el gobernador Alfonso Martínez Domínguez (1979-85).
La estatización bancaria acentuó un anticentralismo de onda maniquea: los malos (los chilangos parásitos) y los buenos (los norteños trabajadores). Un creciente cultivo adulador del regionalismo produjo actitudes chovinistas. De entonces data aquello de los regios o los bárbaros del norte (de excelsa mansedumbre ante los ricos) como gustan llamarse los habitantes de la hipercentrealizada capital del estado. E igualmente, la explotación del futbol como propela manipuladora de las masas. Estos aspectos fueron reiterativos en el discurso salomónico. Nada ha cambiado sustancialmente esa situación. De aquí la estabilidad del bipartidismo PRI-PAN y sus hombres, aparentemente distintos, en el gobierno estatal: hace seis años El Bronco, contiguo al PRI, y ahora Samuel García, el gobernador electo, contiguo al PAN.
En ese contexto, potenciado por el odio inducido al gobierno de la 4T y concentrado en la figura de López Obrador, la metralla no tuvo límites. Tampoco su siembra de espantajos ideológicos y salvadores hechizos.
A la imposición de una ex priísta sin el menor roce con la militancia morenista, una buena parte de ésta la rechazó. Los reveses de una prensa que en un principio se había mostrado favorable a su candidatura, al cabo la llevaron a ocupar un tercer lugar en el resultado de la contienda.
Por fuera había corrido un caballo negro: sus declaraciones iniciales lo hacían ver como meme encarnado y su puntaje en los engañosos sondeos de la intención de voto lo ponían casi fuera de la competencia. Pero en cuanto su publicidad se tornó más agresiva ante el candidato del PRI y la candidata de Morena, El Norte y demás medios lo impulsaron decididamente. Los publicistas de Samuel García situaron a ambos candidatos como sinónimos de la vieja política y su puntaje subió como la espuma. Junto al del PAN, debido a la preferencia por el naranja desairaron la invitación de ese diario a un debate.
Un segmento decisivo de la masa electoral fue el conformado por jóvenes (18 a 35 años). De entre ellos era mayoría ese sector de individuos clasificados por la élite empresarial y su periferia como nacos: aquellos que se hallan por debajo del ingreso que el joven García, miembro de una familia adinerada, implica en su conciencia clasista. Él se ha topado en la vida, declaraba, con gente valiosa que gana “40-50 mil pesitos”.
La élite política y económica quiere hacer ver al oh primer mundo como el guy next door de Nuevo León. Veinte por ciento de su población se halla en el ámbito de la pobreza y la pobreza extrema. A ese dilatado mundo pertenecen los nacos por quienes esa élite y sus epígonos de más abajo experimentan un desprecio a flor de piel. Su opinión sobre la película Ya no estoy aquí, un ejemplo, era que carecía de representatividad de lo que “somos nosotros”.
En la cima de ese “nosotros”, la oligarquía ya gobierna a través del Consejo Nuevo León, su organismo orgánico. En Samuel tiene a su gobernante de la misma índole. Una figura que significa, por inferencia, lo opuesto al lema de la 4T: “Por el bien de pocos, primero los ricos”.
Los nacos que eligieron a García son universitarios, normalistas, hijos de padres técnicos de diversos oficios o dueños de alguna pequeña o microempresa. A ellos les ofreció, en un gesto de populismo desnudo, un nuevo estadio-cantina para los Tigres.
Por supuesto, nada tiene que ver el universo naco con el gobierno. Allí, el emecista ya empezó a repartir los puestos principales entre los empresarios. Los nacos de su repelencia, acaso ni siquiera se pregunten el porqué. En tierra de regios el tuerto es rey.