La reforma fiscal que el gobierno federal tiene en el horno no conlleva aumento de impuestos o nuevos gravámenes, lo que fue bien recibido por el sector empresarial, aunque, como siempre, ya se escuchan algunas voces que hablan de “insatisfacción”, porque la iniciativa cantada por el Ejecutivo no incluye “incentivos” a la inversión privada, de tal suerte que, alegan, “se necesitan medidas más profundas”.
Pues bien, habría que ver qué entienden por “incentivos”, porque la vía fiscal fue uno de los caminos más transitados y costosos para el país que utilizó el régimen neoliberal para, según decía, “incentivar” la inversión privada, la cual, con todo y ese tipo de onerosos “aditivos” se mantiene en niveles similares a los registrados en 2005.
Si se amplía el abanico, con base en la estadística del Inegi, en los últimos cuatro sexenios neoliberales (de Zedillo a Peña Nieto) la inversión fija bruta registró una caída anual promedio de 2.3 por ciento, con todo y los crecientes cuan onerosos “incentivos” que concedieron al sector privado, especialmente a su cúpula. La pandemia puso la cereza al pastel y el descenso se mantiene.
¿Cuáles fueron algunos de los “incentivos” en los sexenios neoliberales? Si se toma en consideración la detallada información divulgada el pasado lunes por el Servicio de Administración Tributaria (SAT), destaca uno de ellos: a grandes contribuyentes, tasa efectiva de 1.33 por ciento en ISR, cuando la ley fija 30 por ciento, es decir, la diferencia es de casi 23 veces a favor del sector privado (no todas las empresas, desde luego).
La información del SAT revela la magnitud de los “incentivos” que ahora reclaman los voceros de la cúpula: sólo en 2020, los grandes contribuyentes reportaron ingresos acumulables por poco más de 37 billones de pesos, de tal suerte que por ISR debían enterar al fisco algo así como 11 billones; en los hechos, sólo pagaron 498 mil millones, 22 veces menos de lo que por ley les correspondía.
Para dar una idea, en una de sus revisiones el SAT detectó que en 40 actividades económicas aparecían “incentivos” por doquier: un monto potencial de evasión y elusión fiscales cercano a 700 mil millones de pesos sólo en 2020, un monto equivalente a 3 por ciento del producto interno bruto de ese año. Demasiado para tan escasos resultados, porque la inversión privada no avanza.
Año tras año se repetían los “incentivos”, con la connivencia gubernamental y el pretexto del “estímulo” a la inversión privada, pero ésta no llegaba y si de repente aparecía era a cuentagotas. Pero no quedaba ahí, pues no sólo era una tasa fiscal efectiva mínima, sino la impúdica cuan estratosférica devolución y condonación de impuestos, producto, como lo subraya el SAT, de “deducciones indebidas, planeaciones fiscales, interpretaciones legales agresivas (defraudación fiscal)” y, desde luego, la connivencia con el poder político, de tal suerte que, con la venía del gobierno federal, los mexicanos subsidiaban a los grandes contribuyentes, en una práctica que se convirtió en un barril sin fondo.
Entonces, si eso es lo que reclaman los voceros de la cúpula empresarial por no formar parte de la reforma fiscal que está en el horno (cuyo contenido se conocerá a detalle en el paquete económico 2022, que a más tardar se presentará al Congreso el 8 de septiembre), pues se quedarán con las ganas, porque no hay país que aguante ese ritmo.
La inversión es el motor del crecimiento económico. Se estima que 85 por ciento de ella proviene de la iniciativa privada y el resto del sector público, pero éste no puede aumentarla porque aquella no paga los impuestos que le corresponden y cada día exige más “incentivos” que resultan insostenibles, lo que provoca un círculo vicioso altamente dañino al país.
Entonces, como dice el presidente López Obrador, “que no se vaya a confundir nadie: no hay aumento de impuestos”, pero sin olvidar que ahora la Constitución prohíbe la condonación, “porque los de mero arriba, que ahora están enojados, durante décadas no pagaban impuestos o se los devolvían; eso los tiene a algunos molestos, pero ya se les va a ir pasando, ahí vamos poco a poco convenciéndolos de que todos tenemos que contribuir”.
Las rebanadas del pastel
México está a punto de contar con 50 millones de vacunas; ayer arribaron un millón 350 mil de Johnson & Johnson, y contando.