La semana pasada dejé en “veremos” mis temores sobre la comisión de delitos electorales en la pasada contienda. Fue excesiva mi necesidad de intentar poner buena fe en esa disputa que se convirtió en otra camorra irritante más. El propio martes pasado ya circulaban en los medios convencionales y en las redes sociales solventes, noticias sobre los más diversos actos de vandalismo electoral. El cambio orquestado de responsables de casilla en el estado de México en el más puro arte de birlibirloque del licenciado Del Mazo; el trasiego oscuro de la oposición monrealista en la alcaldía Cuauhtémoc; la probable intromisión del crimen organizado en esa misma alcaldía, pero también en otras plazas del país; el acarreo de electores; los influencers pagados; la propaganda electoral el día del sufragio; todo conforma un largo etcétera que proyecta una sombra de duda más larga, por necesidad, que lo reportado. Lo que tuvo que haber ocurrido es mayor, desde luego, que los actos nefandos enumerados: ninguna fuerza “política” lleva a cabo “un poquito de fraude”, sino el máximo posible para alcanzar los resultados que busca, por encima de los ciudadanos.
Lo sofocante es que nada será aclarado y los malhechores quedarán impunes sintiéndose, como siempre, la mar de “listos”. A nuestra vista la jungla de las zarpas; el cinismo artero; despojos convertidos en ganancia mediante siniestras maniobras, en la convicción de que “todo se vale”; artimañas vulgares consumadas para estafar a los electores y a determinados candidatos. Y todo envuelto en la boruca desfachatada de que “nada fue signficativo”; que comparado con el atraco de 2006, esto fue nada, buscando, como siempre, la normalización de lo ilegal. Quejas que apenas producen risa entre los malversadores.
Más allá de toda la superchería apuntada, el gobierno de la 4T tiene que afinar la mira y decidir en conciencia, y en cada plaza, hasta dónde puede llegar en términos de atención a los diversos agregados sociales. Seguramente en 2018 votó por AMLO un segmento de jóvenes, y no tan jóvenes, de clases medias aspiracionales, que estaba hastiado o furibundo con los partidos de la corrupción. Pero la justicia de la política “por el bien de todos, primero los pobres” no conmueve a ese segmento que ahora votó contra AMLO, votando al PRIANRD o a MC. Si, como algunos escritores de opinión creen, votaron en contra los miembros de la izquierda social, deben explicar también esa su preferencia “de izquierda” por el PRIANRD o MC o por el Verde.
Los recursos fiscales son siempre una cobija corta que no puede cubrir a todos, menos aún con la decisión ya tomada de un no rotundo a la reforma fiscal. El año que entra, y en 2024, ese segmento volverá a votar contra AMLO.
A Morena le será indispensable, asimismo, conocer con precisión la magnitud de los pobres que votaron al PRIANRD, y penetrar en las razones y sinrazones de ese voto. Es más claro que nunca que la lucha de ideas es un componente decisivo en las decisiones electorales y que ocuparse de lo importante, exige pasar la aduana de lo electoral, cuya dinámica tiene su especificidad, incluidas las miríadas de trampas que no tienen otra forma de ser superadas sino con un alud colosal de votos en favor de la justicia social.
Las razones de voto dividido en la CDMX debe ser entendido mediante el examen concreto de sus causas, cualitativa y cuantitativamente. Morena debe asumir que las campañas de desprestigio señaladas por la jefa de Gobierno, o la guerra sucia y sus mentiras, anotadas por el Presidente, son y continuarán siendo un dato más de la realidad electoral. No es un argumento útil en una campaña electoral.
Las mayorías contrarias a la 4T en las alcaldías poniente de la CDMX forman un continuum electoral con los municipios poniente del Edomex, y lo mismo ocurre con las alcaldías oriente y municipios oriente del Edomex en favor de la 4T. Más allá de los fraudes, parece claro el predominio de pobres, de trabajadores asalariados e informales, en el oriente de ambas entidades. Es preciso sacar todas las enseñanzas de esos datos.
Morena debe encargar a profesionales del análisis cuantitativo, obtener un balance claro, municipio por municipio (y alcaldía por alcaldía), que determine adónde fueron a dar los votos de los ciudadanos, así como saber cuál podría ser la intención de voto en los abstencionistas. Debe ello correlacionarse al menos con los niveles de ingreso de cada agregado social. Aunque insisto en que no hay una determinación automática entre las condiciones de vida de cada ciudadano, y su inclinación ideológica y preferencia electoral. Es tiempo de trabajar en la precisión.
Nota bene: Fui uno de los ciudadanos que estuvo atento a todas y cada una de las conferencias vespertinas de Hugo López-Gatell. Mi reconocimiento más sentido al personal de salud del país, y al formidable equipo que conduce ese imponente esfuerzo. No tendremos otra ola de contagios como la del invierno gracias al puntual programa de vacunación.