Han pasado largos momentos desde que se concurrió a las urnas del medio sexenio. Los resultados en bulto han sido espulgados con cierta precisión. El o los mensajes que de ellos emanan, sin embargo, siguen recibiendo interpretaciones disímbolas. Unos vaticinan la incapacidad del Presidente de la República para continuar por la senda de cambios que se había trazado. “Lo paramos en seco”, sostienen. Otros confían en que se puedan extraer las debidas lecciones y continuar con las labores transformadoras. Son, como bien puede verse, rutas que se separan de nueva cuenta. No es tarea ociosa buscar, aún entre los escombros, con atención y finura, el ánimo y la voluntad básica de los electores. Se tendrá que hacer un trabajo de revisión de la numerología ahí donde se encuentran cifrados los enigmas del mandato popular.
La pistola verbal de la cátedra difusiva ha sido rápida y dispara en direcciones que no llevan a lado seguro. Desean hacer coincidir sus fatalistas pronósticos con lo sucedido. Esa manera de atisbar la realidad y enjuiciarla no los llevará a buen resguardo. Menos aún si se pretende, como ya sucede, repetir sus tácticas gastadas: condenar todo lo que emane de palacio. Pero, desde la otra orilla, tampoco se ajustará la modelada decisión del votante a opiniones apresuradas o cargadas con preconcepciones y deslindes instantáneos.
Concluir que las zonas orientales de la gran metrópoli central conjura la oposición de las clases medias al proyecto moreno no da en el clavo. Cuál fue la motivación de fondo de esas personas para votar como lo hicieron es, todavía, prematuro concluirlo. Hay que empezar diciendo que, lo sucedido en esa oriental zona, se extiende, en efecto, a muchas ciudades de la República. Hay coincidencia en la manera en que se les puede ir situando y clarificar lo que las movió a inclinarse por partidos que fueron, en buena parte, sus verdugos. El haber descuidado el trabajo en las bases trabajadoras en tales demarcaciones es, en cierta forma, acertado diagnóstico. Tanto en Ecatepec, como en la alcaldía Gustavo A. Madero se votó por arriba del pasado (54 por ciento), pero la oposición hizo su trabajo y alcanzó aceptables sufragios (40 y 41 por ciento) Iztapalapa, con menos participación, triunfa Morena (57 por ciento) con severidad sobre sus rivales (30 por ciento). Una disparidad para el estudio detallado. Si se toma el caso de las votaciones en la alcaldía Álvaro Obregón de la Ciudad de México se puede decir que, dos de cada tres votantes se inclinaron por la oposición. Y, por tanto, uno de cada tres repitió su apoyo a la opción morena. La proporción bien puede calificarse de abrumadora. Caso similar al caso de Naucalpan, estado de México. Por tanto, el problema para el factible rescate de las simpatías citadinas será duro pero, ciertamente, remontable. Para los opositores, mantener lo logrado, en mucho dependerá de reconstruir alguna visión de futuro pero, seguir la ruta de describir al Presidente como autócrata, no es sendero deseable ni efectivo. Remachar la idea del alejamiento oficial de los intereses y la sensibilidad de las clases medias quedará en cuestión.
Al respecto se deben, por parte del oficialismo, revisar los ingredientes que cimentaron tales sentimientos de abandono e incluso condenas a su manera de ser. Cómo se aprendieron las muchas decisiones, que implicaron cambios drásticos a sus intereses, permanece sin las debidas respuestas. Decisiones como la supresión de las guarderías tramposas, o el retiro de apoyos a las organizaciones no gubernamentales ya muy arraigadas en la cotidianidad de esos agrupamientos. Los recortes al funcionariado federal o la reducción de sus salarios y prestaciones, ciertamente exageradas. La exagerada, por ríspida, oposición de AMLO y el feminismo hay que retomarla para darle la perspectiva y profundidad que requiere, porque es tema de largo alcance. Y las complejas derivadas de la misma política de combate al despilfarro y la deshonestidad que ocupa un lugar especial. Es de suponer también que las políticas de invertir en los grandes proyectos constructivos tuvo secuelas indeseables para estas nutridas capas de ciudadanos. En fin, la exploración de estos aspectos debe llevar a situar los objetivos venideros del trabajo político.
Todo ello y más, con aceptable seguridad, forma parte del mundo que se infiltró en la sensibilidad de las clases medias a la hora de emitir su voto. Pero de eso a que el Presidente abusó de su mayoritaria base de soporte hay un enorme trecho. También lo sería el predicar, a futuro, la reincidencia de enconos y desprecios que ensancharán el rechazo de tales capas sociales. Volver a dibujar escenarios de relección presidencial o ampliación del mandato constitucional es caer, de nueva cuenta, en patrañas que la realidad irá desmantelando. La oposición no reconoce el intenso rol jugado en las exageraciones y la prédica de miedos y tragedias. Asuntos por demás dañinos al cuerpo social. Insistir en ello les ocasionará desprestigio y contagios indeseables que, después, serán rechazados.