Washington. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, sostuvo ayer que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es un vestigio de la guerra fría y que no entiende por qué continúa existiendo, al tiempo que el gobierno de China rechazó las críticas que le formuló el Grupo de los Siete (G-7).
En entrevista para la cadena estadunidense NBC, divulgada ayer, en vísperas de su encuentro con el presidente estadunidense, Joe Biden, en Ginebra, Putin expresó que no entiende las preocupaciones del bloque sobre los ejercicios militares que realiza su país, dado que se hacen con regularidad.
“Estamos llevado a cabo juegos de guerra que incluyen ejercicios militares sorpresa. ¿Por qué eso debería preocupar a los socios de la OTAN? No lo entiendo”, dijo Putin.
Añadió que Moscú, a diferencia de la OTAN, no quiere convertir el espacio en área de combate, y consideró “ridículas” las acusaciones de que Rusia está detrás de los ciberataques contra Estados Unidos, además, se mostró dispuesto a negociar con Washington un intercambio de prisioneros.
En tanto, China arremetió contra el G-7 por “manipulaciones políticas” y advirtió que ya quedaron atrás los días en que las decisiones globales eran dictadas por un pequeño grupo de países, informó Reuters.
Los líderes del G-7 reprocharon a China sus abusos en materia de derechos humanos sobre las minorías que viven en la región occidental Xinjiang y los activistas prodemocracia en Hong Kong.
La embajada de China en Londres sostuvo que se oponía firmemente a las menciones de Xinjiang, Hong Kong y Taiwán que, aseguró, distorsionan los hechos y exponen “las siniestras intenciones de algunos países como Estados Unidos.
“La reputación de China no debe ser calumniada”, añadió. El G-7 “se aprovecha de las cuestiones relacionadas con Xinjiang para interferir en los asuntos internos de China, a lo que nos oponemos con firmeza”, sostuvo el portavoz de la embajada en un comunicado. Según el texto, el G-7 es fuente de “mentiras, rumores y acusaciones sin fundamento”.
Grupos de defensa de los derechos humanos acusan a China de recluir a más de un millón de uigures y otras minorías en campos de reducación en Xinjiang. Pekín lo niega y dice que son centros de formación profesional destinados a mantenerlos alejados del terrorismo y el separatismo.