En los últimos sexenios prácticamente no existió gobierno que no promoviera, y el Congreso aprobara, una “reforma fiscal”, siempre con el eslogan de “que paguen más quienes obtengan más”. Una tras otra, en cascada, y todas apoyadas y aplaudidas por los grandes contribuyentes (aquellos con ingresos anuales superiores a mil 500 millones de pesos), que siempre resultaban los únicos beneficiarios de los supuestos cambios a la ley respectiva, porque los causantes de a pie cada día pagaban más.
Con tales “cambios” los gobiernos neoliberales “legalizaron” e institucionalizaron la evasión y elusión fiscales en beneficio del grupo político-empresarial que se adueñó de Los Pinos, en detrimento de los mexicanos y del desarrollo nacional. Era un juego perverso: la autoridad tributaria hacía como que les cobraba impuestos y los grandes consorcios que pertenecían a los barones, hacían como que los pagaban, para después recuperar con creces, vía devoluciones y condonaciones, lo que supuestamente había enterado al fisco. No es gratuito, pues, que “reforma” tras “reforma” los barones aplaudieran a rabiar, mientras los causantes de a pie eran asfixiados.
Días atrás, el presidente López Obrador se reunió con el Consejo Mexicano de Negocios (CMN, el club de ricos entre los ricos, que siempre aplaudió las “reformas fiscales”), a cuyos integrantes dijo que promovería una reforma fiscal, pero no aumentar los impuestos, lo que provocó una enorme sonrisa de los barones, misma que rápidamente desapareció cuando el propio mandatario les subrayó que se acabaron los tiempos de la perversa práctica que se cita, ergo, tienen que pagar lo que les corresponde.
Pues bien, ayer la titular del Servicio de Administración Tributaria, Raquel Buenrostro, dio a conocer que los grandes contribuyentes (con los del CMN a la cabeza) “declaran la menor tasa efectiva de impuesto sobre la renta (ISR) respecto del resto de los contribuyentes”, y la diferencia resulta abismal: 1.33 por ciento en 2020, cuando la ley respectiva establece que debe ser de 30 por ciento. Por el contrario, las personas físicas pagaron una tasa efectiva de 25.4 por ciento, y en el régimen de sueldos y salarios de 11.4 por ciento. “Los grandes contribuyentes se quejan y se hacen mártires, pero lo cierto es que pagan una tasa de ISR casi 19 veces menor que las personas físicas, y casi ocho veces menos que sueldos y salarios”, dijo.
Buenrostro detalló que “con las deducciones indebidas, planeaciones fiscales, interpretaciones legales agresivas” (defraudación fiscal) y demás gracias, “las aportaciones de los grandes contribuyentes se reducen considerablemente, presentando tasas efectivas menores a 2 por ciento, sin considerar las devoluciones. Si éstas se incluyen habría empresas con tasas negativas, es decir, el gobierno federal está subsidiando su operación en México”.
La titular del SAT dijo que “se tiene identificadas la evasión y elusión de impuestos por un billón 400 mil millones de pesos (algo así como 23 por ciento del gasto público de 2021), y la mitad de ese dinero proviene de grandes contribuyentes plenamente identificados”. Así, “la dimensión del dinero que se evade refuerza la idea de que no es necesaria una reforma fiscal que incremente las tasas, sino hacer que paguen los que no han pagado hasta el momento”.
De acuerdo con su información, en 40 actividades económicas, destaca (en las que, estima, hay un monto potencial de evasión y elusión fiscal de alrededor de 700 mil millones de pesos, igual al 3 por ciento del PIB de 2020) la menor tasa fiscal efectiva en la “venta de automóviles nuevos al consumidor por el fabricante, ensamblador, distribuidor autorizado o comerciante en el ramo de vehículos cuyo precio de venta no exceda 150 mil pesos”, pues es de 1.04 por ciento, y de 1.15 por ciento si supera el precio citado. Y la fabricación o ensamble de automóviles y camionetas, 1.39 por ciento.
¿Y la banca privada?: 5.33 por ciento, con todo y que año tras año acumula espectaculares ganancias, mientras los mexicanos no dejan de pagar, a 100 por ciento, el “rescate” del Fobaproa. ¿Minería?: 5.51 por ciento, en el caso del oro; 6.78 por ciento en el de la plata y 7.98 por ciento en el del cobre (léase canadienses, Alberto Baillères y Germán Larrea, respectivamente). Y así por el estilo.
Las rebanadas del pastel
En síntesis, otro asalto a la nación que debe acabar, como el del agua en el que también participan los mismos barones evasores.