La nueva historia, la de hoy, la patraña actual, es el discurso facilón, por obvio, del enfrentamiento entre la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y el canciller Marcelo Ebrard. Ambos, ella y él, destacados funcionarios de la 4T, que por la naturaleza de sus cargos y la efectividad de su trabajo son considerados –por la opinión pública– como posibles sucesores de Andrés Manuel López Obrador, pero no por ello enemigos a muerte en una guerra sin fragor, pero llena de crueldad, como solía suceder.
Pero con la misma fórmula, la de los odios, lo que se pretende es inmovilizar, inhibir el crecimiento político de quienes pueden seguir en la línea de la 4T, cuando menos en un buen tiempo, mientras la derecha inventa algún liderazgo que con base en inversiones cuantiosas pueda saltar a la palestra para tratar de competir contra alguno de ellos.
Así pues, buscar el enfrentamiento entre los posibles candidatos de la 4T es tratar de debilitarlos, de hacer que ellos mismos desnuden, en sus enfrentamientos, sus puntos vulnerables para usarlos en su contra. No hay desperdicio, para ellos, en el flanco derecho la guerra por la sucesión está en marcha y con ello todas las estrategias sucias que se acostumbran.
Por el otro lado, si no abren bien los ojos, si no atienden y entienden que la idea de sus contrarios es sangrarlos hasta hacerlos llegar a la contienda final sin la energía política suficiente como para poder contender con la fuerza que exige la justa, sucumbirán a la estrategia de la derecha.
Claudia y Marcelo tienen que tener en claro, primero, que son parte de un proyecto general y no individual –nos parece que eso lo tienen por sabido–, y luego, que es desde la trinchera del trabajo cotidiano desde donde se hace la mejor campaña, porque, como dijimos, lo que cuenta es el proyecto.
La derecha tiene expuestas sus flaquezas, y hace del cinismo su mejor arma, pero también la trampa con la que invitan a sus contrarios a errar. La corrupción y el engaño se exhiben, ahora resulta, como virtudes de la democracia y desde esa trinchera someten a muchos que parecen no tener medios de reflexión para enfrentarlos.
La izquierda, aún dominante, no ha podido, cuando menos en la Ciudad de México, aprovechar las muchas fallas políticas de la derecha para su beneficio y no entiende que aquí hace falta algo más que la mañanera para alimentar la conciencia del capitalino.
Así pues, el supuesto enfrentamiento entre Sheinbaum y Ebrard, ahora tan inflado, puede servir, en algún momento, para darle la vuelta a la hoja y mostrar una unidad que anuncie fortaleza. Ya veremos.
De pasadita
Para iniciar la semana, en el salón Los Ángeles, Tomás Pliego organizó, hasta donde sabemos, una reunión de Morena en esta capital, en la que se habló, por fin, de rehacer el partido.
No había dudas. El sonido del fracaso partidista resonaba en todos los rincones del salón y se decía, por ejemplo, que las últimas encuestas que mostraban ya lo que pasó en la ciudad no le fueron mostradas a la jefa de Gobierno.
No hubo reparto de culpas, sólo un culpable: Héctor Ulises García, hasta hoy jefe de Morena en la capital, quien según algunos entendidos parecía haberse despedido del partido, y aunque todos esperaban su renuncia por la tarde, su permanencia al frente de Morena está vigente.
Nadie en Morena de la CDMX parece entender a su líder. Unas horas antes del cónclave, Héctor Ulises organizó un mitin en la Plaza de las Tres Culturas para ¿festejar?, el triunfo de su partido. Desde luego el mitin se nutrió con acarreados de algunas alcaldías a las que el funcionario ¿ayudó? en esta etapa.
No mucho después supo que su renuncia estaba redactada y que su salida del partido era inminente. Nadie en Morena salió en su defensa y al cónclave no faltó nadie. Toda la militancia estaba presente cuando Tomás Pliego explicó las razones del encuentro y se otorgó mucha atención a José Luis Rodriguez sobre las ideas para reactivar a Morena en la ciudad.
Desde cualquier punto de vista, el cónclave fue trascendente porque de allí, aseguran los morenos, vendrá la idea de cómo reformar al partido después del análisis doloroso de lo que les sucedió en la capital.
Ayer por la mañana ya había algunos –no muchos–, tiradores para suceder a Héctor Ulises. Pareciera que el tamaño de la responsabilidad y del trabajo que representa el cargo es un reto al que no están acostumbrados. En fin, vamos a ver qué sucede.