Posiblemente recuerden que, aunque íbamos ya encarrerados en el tratamiento de los más diversos aspectos del hórrido Covid y su progenie mortal, la pandemia, optamos por hacer un paréntesis y abordar un asunto tan importante como trascendente, y del momento breve y preciso: la elección del domingo 6. Perogrullo asienta: las elecciones se realizaron hace ocho días. La jornada electoral, sin regateos, fue sorprendente. No quiero decir inmejorable porque, obviamente, todos queremos que la de 2024 sea todavía mejor.
La repetición de la numeraria sale sobrando. Todo mundo sabe ya que se instalaron 163 mil 666 casillas que recibieron los sufragios de más de 49 millones de ciudadanos, o sea, 52.66 por ciento de quienes tenían la posibilidad de ejercer su derecho al voto. (El listado llegó a la suma de casi 93.5 millones de personas). Los resultados de esta excepcional elección en lenguaje pitagórico y, hasta hoy, son a grandes rasgos los siguientes: gobiernos estatales: Morena gobernará en siete estados, mientras en 18 entidades tendrá mayoría en los respectivos congresos. Por cuanto hace a la Cámara de Diputados, al cierre de la semana pasada (viernes 11), Juntos Hacemos Historia, es decir, Morena, del Trabajo y Verde, llegaron a la suma de 186 curules. Como era lógico de suponer, la alianza “Va por México” no juntó votos sino para 107 diputados. Esta cantidad es, sin embargo, desmedida, si se toma en cuenta que en este país es mucho más la jodencia que la abundancia. Pero esto ya nos lleva a un análisis que rebasa la simple fotografía, el mapa y las tablas de suma y resta. Si vale la pena, platicaremos luego por qué, personas, familias colonias, barrios, votaron contra sí mismos en la considerada más consciente y politizada ciudad del país. Según los gráficos que nos presentan diversos diarios, la Ciudad de México está casi simétricamente dividida. (“Una división es simétrica si, en relación con un valor central, la distribución se divide en 50 por ciento a la derecha y el otro 50 a la izquierda”). Para una apreciación elemental, el resultado es evidente: derecha e izquierda están tablas. Dominan, a mitas, el territorio. Eso salta a la vista, pero lo que cuenta y vale son los habitantes, los ciudadanos, no los kilómetros de extensión. Por ejemplo, Sonora tiene 179 mil 355 km2 y cerca de 3 millones de habitantes. Oaxaca, por su parte, cuenta con 93 mil 952 km2 y, sin embargo, su población supera los 4 millones. Y éstos son apenas dos factores elementales que se debe valorar para que el análisis de los resultados electorales en la Ciudad de México tenga un mínimo de racionalidad y se deslinden, en lo posible de la autocomplacencia, el azote, las culpas al que “no entendió mis instrucciones”. Las equivocaciones por falta de conocimientos y experiencias (que fueron más que notorios), y los inevitables –hasta la fecha– trastupijes, chuecadas, zancadillas y, por supuesto, intrigas (ahora sí que palaciegas), el llamado simplonamente “fuego amigo” que indudablemente suele surtir efecto, pero que éste siempre empieza por quien torpe y canallescamente le da inicio. El fuego amigo es una mezcla repugnante de traición, deslealtad, ausencia de principios, convicciones y una profunda insania que desquicia, deshumaniza y convierte la egolatría en religión. Para terminar este capítulo, veamos de qué lado está la mayoría ciudadana, no sólo en la Ciudad, sino en el país. A todos nos parecía inevitable que la capital se volcara a favor de Morena y que los estados norteños y varios del centro fueran refractarios a la propuesta morenista y, ¿qué sucedió? Vean las encuestas, los sabios de la prospectiva, del análisis de la opinión pública, ¿alguien fue capaz de predecir los resultados? Hagamos a un lado a los negociantes de esta jugosa actividad, quienes tenían, por contrato, que profetizar resultados convenidos. Ellos respondían a un compromiso comercial e hicieron lo posible por cumplir al mandante. Después de todo, uno de los pocos dichos inapelables es el que sostiene: “el que paga, manda.”
A cambio de esto, hay datos incontrovertibles: de los 300 distritos electorales federales, en 146 fueron electas mujeres. Este cambio cuantitativo debe reflejarse en otro de orden cualitativo. Para eso las elegimos.
Termino, por esta vez, con datos que, además de veraces, tienen un aval irreprochable. El domingo 6 del presente, 15 entidades renovaron sus gubernaturas. Morena en ese momento gobernaba tan sólo en una entidad. Al terminar la elección había ganado en 12. El PAN, al inicio del proceso gobernaba en cuatro estados, ese día perdió dos elecciones y se quedó únicamente con dos. Como Movimiento Ciudadano ganó una gubernatura, el PAN perdió en 13 de 15 estados. Pero lo que es más grave y contundente: para derrotar a la izquierda y su gobierno, se alió con sus irreconciliables enemigos ideológicos. Renunció a su esencia, su razón de ser y sepultó principios y convicciones. Entregó historia y futuro por un absurdo, ridículo y, como vemos, fantasmal triunfo electoral.
Obviamente, los Claudios X tienen todo el derecho a demandar por fraude, delincuencia organizada, etcétera, etcétera. Los daños y perjuicios no creo que se los perdonen las generosas agencias estadunidenses que ingenuamente los patrocinan.
Pd. No conozco a Damián Zepeda, pero le solicitaré la oportunidad de una plática. No es usual encontrar una persona inteligente y honesta.