Se creó un nuevo tándem para la gestión financiera de la segunda mitad del sexenio. Hay un nuevo secretario de Hacienda y habrá nuevo gobernador del Banco de México, que ocupará su puesto cuando el actual se retire; su mandato acaba el último día del año.
Un tándem se asocia con la idea de complemento o colaboración. Un ejemplo conocido es el de la bicicleta diseñada para dos personas, una va delante de la otra y con pedales para los dos. El conductor delantero es el único que tiene control sobre la dirección del aparato.
El nuevo secretario de Hacienda, Ramírez de la O, profesional de la economía y con una amplia experiencia en el análisis y la consultoría, es una persona cercana al Presidente desde hace mucho tiempo. El antiguo secretario, Herrera, irá a Banxico. Está alejado de esa institución, tan peculiar en su forma de reproducción interna, con una ley que establece su independencia (artículo 28 de la Constitución) y cuyos pasillos y rincones le serán bastante extraños.
En Hacienda habrá que atender los temas cruciales de la gestión económica, no sólo los de corto plazo, sino aquellos que pueden definir las condiciones para sustentar el crecimiento y la estabilidad de la economía.
Entre éstos sobresalen los planes relativos a la infraestructura, tanto en la definición de los proyectos, las formas de financiamiento, la participación del capital privado y la rentabilidad económica y social. Tienen, además, un impacto territorial que enmarca el proceso de desarrollo en general.
La cuestión energética es, como se sabe, de suma relevancia en el proyecto presidencial, como se ha dejado claro reiteradamente. Las dos empresas públicas Pemex y CFE necesitan una cirugía financiera mayor –y puede decirse que también una forma de cirugía plástica– para operar con eficiencia y con la menor carga posible sobre el erario, al tiempo que destrabe la esclerosis en las arterias del desarrollo y de las condiciones del bienestar. Estas empresas públicas, de una u otra manera, son hoy claves para el país. El sector tiene que diseñarse para generar el valor esperado en un entorno estratégico que, además, está en un proceso de cambio tecnológico que no puede ignorarse. Ciertamente, un país sin una estrategia energética clara y viable estará sumamente expuesto. Esta política tiene un impacto general en la sociedad y es definitoria para México. El gobierno ha tomado una decisión. Hacienda tendrá una responsabilidad central en el proceso.
El Presidente afirmó que no habrá aumento de impuestos, lo que exige una conciliación de las cuentas públicas que prevengan una tensión financiera sobre el endeudamiento, el déficit fiscal y el valor del peso frente al dólar. En el país hay una relevante insuficiencia de crecimiento productivo y de la productividad, de generación de empleo e ingresos, de atención de la salud y la educación. Los programas sociales son una prioridad y exigen recursos suficientes para mantenerlos, junto con una mayor eficiencia en su gestión.
El asunto, pues, es el del presupuesto para los tres próximos años. Es política y administrativamente central en estos momentos y, ahí, es donde se plasmará la naturaleza del cambio que se ha hecho en Hacienda. Pero eso ya se verá. La experiencia por ahora en esa materia ha sido conflictiva la primera vez y apocada la segunda. El primer secretario se fue, el segundo cumplió cabalmente con las directrices establecidas, pero ya no es suficiente.
El tándem Hacienda-Banxico tendrá que funcionar de modo coordinado para que el mecanismo financiero funcione. Hay un solo manubrio y cuatro pedales, la mecánica es cosa relevante.
La cuestión que atrapa hoy desmedidamente la atención en cuanto a la dinámica de la economía tiene que ver con los cambios en las décimas de puntos porcentuales en las que puede crecer el PIB. Ese crecimiento, el que sea, está dado por el impacto negativo de la crisis de Covid-19; el rebote este año esta asegurado. El problema central es qué pasa en lo que resta del sexenio en cuanto a la expansión productiva, la inversión, generación de empleos, ingresos suficientes, prestaciones. El asunto es si ese crecimiento provoca mejores condiciones para la población y asienta el proceso de bienestar continuo. Eso es lo que se juega este gobierno.
Será un error considerar estas cuestiones políticas, financieras, técnicas y a sus personajes, de manera disociada de la muy delicada situación social, la precariedad y la pobreza existente; de la continua expresión de la inseguridad pública.