Al dialogar sobre educación y democracia debemos tener claro que uno de los fines de nuestro sistema educativo nacional es mejorar la calidad de la ciudadanía y formar mejores personas que ayuden al desarrollo integral del país. Esto no es cosa fácil, pues esta ciudadanía se va construyendo desde la participación colectiva, no sólo en tiempos electorales, sino desde una base de diálogo, enfrentamiento de ideas, formas de pensar y de concepción de la realidad. “En un contexto donde la indiferencia y la desconfianza parecen ser los materiales con que se construyen muros en lugar de puentes, es, sin duda, un verdadero desafío diseñar políticas públicas orientadas a fortalecer la cultura democrática y la participación ciudadana”. (INE, 2019).
Este diseño de nuevas políticas orientadas en la mejora de la calidad de la ciudadanía tiene que pasar, indiscutiblemente, por las aulas y sus integrantes.
Nuestro sistema educativo está formado por más de 50 millones de personas: estudiantes, profesores y acompañantes que día con día ejercen, bajo diversos contextos, el derecho a la educación. Es entonces desde aquí, donde deben surgir estas propuestas de cambio.
Los diversos análisis e informes sobre la calidad de la Ciudadanía en México, nos señalan que, como sociedad, hemos tenido diversos tropiezos y retos que debemos vencer. Por ejemplo, la confianza entre personas es muy baja. La Estrategia Nacional de Cultura Cívica (Enccívica), creada por el Instituto Nacional Electoral, nos muestra que más de 70 por ciento de los mexicanos no confiamos en otras personas.
Si tenemos la intención de construir y colaborar entre todos, resulta preocupante. Esta preocupación aumenta en el caso institucional, donde más de 80 por ciento de los ciudadanos dice confiar poco o nada en las representaciones gubernamentales, los partidos políticos y los legisladores.
Sin embargo, con las instituciones educativas o el magisterio ocurre, afortunadamente, todo lo contrario: 75 por ciento de los encuestados dice confiar mucho en estas figuras, lo cual, deja una gran responsabilidad en sus manos.
Bajo este contexto, las y los docentes llevan en su profesión una carga social enorme: son los responsables de generar a esos nuevos ciudadanos que buscan mejorar la calidad de nuestra sociedad.
Se trata de reflexionar, desde las aulas de educación básica, conceptos como vida comunitaria, diálogo, pluralidad, escucha, justicia, libertad, igualdad, prosperidad y paz.
Sin embargo, no podemos olvidar que nuestro sistema educativo ha sido campo de batallas políticas, electorales y sindicales.
Lamentablemente, los grupos de poder han utilizado a los trabajadores del sector como moneda de cambio político y, muchas veces, con sentidos y valores antidemocráticos.
Ante esto, los medios de comunicación debemos formar parte de esta responsabilidad de construcción democrática y ciudadana.
Tenemos que convertirnos en verdaderos puentes de comunicación, incidencia y trabajo entre la sociedad civil y los tomadores de decisiones, velando siempre por la verdad, la justicia y, en el caso del periodismo educativo, la reducción de brechas de desigualdad en la materia.
Todo ello, por supuesto, amplificando y visibilizando la voz de millones de niñas, niños y adolescentes en la formulación de propuestas de políticas que puedan aterrizar correctamente en las escuelas.
Se trata, entonces, desde el aula, los medios de comunicación, los hogares y las fuentes de ejercicio del poder, construir, como dicen los zapatistas, un mundo donde quepan muchos mundos.
* Periodista especializado en temas educativos. Director de Educación Futura.
Twitter: @elErickJuarez