Concluyamos las primeras notas sobre transición energética, que intentaron identificar elementos de reflexión y debate sobre un proceso tan urgente para nuestro mundo contaminado de hoy.
Buscaron también identificar la perspectiva adecuada para señalar condiciones, requerimientos y resultados de un tránsito tan complejo, pero tan relevante, pues está en juego la salud de la población, su bienestar integral y la salud de nuestra naturaleza.
Es preciso superar la visión a corto plazo, de ordinario justificada por las urgencias, pero insuficiente. Toda transición exige ser reflexionada, diseñada y evaluada en una perspectiva a mediano y largo plazos. ¡Imprescindible ingresar en la larga duración!, lo asegura el extraordinario miembro de la Escuela de los Annales, la fundada por Marc Bloch y Lucien Febvre a finales de los años 20, el profesor Fernand Braudel, quien dio un “segundo impulso” al esfuerzo de síntesis historia-geografía, y siempre insistió en la necesidad de estudiar las pulsaciones del mundo material a corto, mediano y largo plazos.
En México, por cierto, tuvimos la fortuna de escucharlo, en una brillante plática en el hermoso edificio de República de Cuba 92, en la entonces Escuela Nacional de Economía de nuestra UNAM, dirigida entonces por el profesor emérito Ricardo Torres Gaitán, nuestro especialista en comercio exterior.
Con sencillez admirable y –según lo confesó– por primera vez en español, el jueves 15 de octubre de 1953 Braudel afirmó que los economistas –notables estudiosos de la estadística, la demografía y la economía política– se presionan por el corto plazo y a veces olvidan el mediano y largo.
Pueden y deben, sugirió, apoyarse en la “vieja historia”, tan acostumbrada a identificar movimientos de larga duración, sin preocupación de que en esos movimientos surjan discontinuidades estructurales, al contrario. Por ello, al imaginar el futuro no sólo hay que esperar continuidad, también –como en el pasado– esas discontinuidades estructurales derivadas de movilizaciones sociales y de transformaciones tecnológicas ni siquiera imaginadas hoy.
Sí –aseguró Braudel–, la historia es especialista en el largo plazo, en la larga duración, en identificar movimientos, demoliciones y reconstrucciones, discontinuidades, rupturas y quiebras. Ayuda a la sociedad a descubrir las pulsaciones de su vida material y a desentrañar una complejidad orientada –diría Adam Smith– a allegarse con el producto inmediato del trabajo o con lo que este producto permite adquirir.
Lo que viene con la transición energética –de extrema relevancia por el deterioro de nuestra naturaleza y de nuestra vida social– exige máxima atención a movimientos, demoliciones y reconstrucciones. A continuidades y rupturas para superar –con cuidado y precaución– la época de las energías fósiles y recibir –con más cuidado y precaución– la época de la creciente electrificación, la de las energías renovables y limpias, acaso no tan limpias y no sólo por su “huella de carbono”. también por la afluencia de lamentables procesos de especulación y rentismo.
¡Atención a no caer en ingenuidades ni engaños! ¡Atención a trabajar desde el seno mismo de una sociedad capaz –principal reto– de imponer procesos, ritmos y fases! Para su bienestar y el de sus próximas generaciones. Para ello –ayuda la conclusión del profesor Braudel en su conversación en México– toda sociedad cuenta con una geografía y una civilización que la respaldan, afortunadamente.
De veras.