En estos días, la Ópera de Malmö (Suecia), en asociación con la compañía Cirkus Cirkör, ha estado transmitiendo vía streaming una reciente ópera-circo del compositor estadunidense Philip Glass, cuyo libreto, basado en poemas de Robert Lax, fue redactado por David Henry Hwang. El elemento que aglutinó los ingredientes básicos del espectáculo fue una puesta en escena de la ópera Satyagraha, también de Glass, dirigida por Tilde Björfors, quien ahora se encarga de la dirección escénica de Circus Days and Nights.
La acción de Circus Days and Nights se desarrolla íntegramente en el interior de la carpa de un circo. El trazo escénico de la obra proporciona amplios espacios sin canto para el lucimiento de trapecistas, malabaristas con pelotas, aros o clavas; actos de trampolín, pulsos, zancos, el monociclo, la indispensable mujer barbada y otras presencias indispensables en cualquier imaginería circense. Desde el inicio del espectáculo va quedando clara la importancia primordial de los ciclos y los círculos como esencia de la narración, una esencia dual que funciona por igual en inglés y en castellano: circus-circle, circo-círculo. Ahí se afirma con claridad: “La sabiduría baila en círculos”. De ahí en adelante, casi todo gira en torno no sólo a la figura del círculo, sino también del movimiento circular, incluyendo la importante presencia de una pista circense giratoria, y pelotas de tamaños diversos, ruedas, giroscopios y esferas: la rotación del sol, del mundo, las danzas giratorias. A partir de esta apretada descripción de la esencia dramática de Días y noches de circo queda claro que la música repetitiva, cíclica, potencialmente infinita, de Philip Glass, es el vehículo sonoro adecuado para la expresión de las ideas básicas de esta obra.
Otro concepto importante en esta ópera es la del circo itinerante que va por el mundo llevando sueños nuevos a los niños que han perdido los suyos; es aquí donde Circus Days and Nights comienza a adquirir su real dimensión poética y, a la vez, su perfil autorreferencial, por cuanto los cirqueros ocupan buena parte del tiempo teatral en cantar sobre el circo y los diversos oficios que lo componen. Hay también un énfasis notable en el ritual perenne de llegar, levantar la carpa, presentar el espectáculo, desmontar la carpa y partir hacia un nuevo destino. Aquí, el libreto de Hwang hace una melancólica reflexión sobre el vacío (físico y espiritual) que deja el circo cuando se va, y del incumplido deseo de los cirqueros de sentar cabeza después de una vida itinerante. Una de las anclas conceptuales más sólidas de Circus Days and Nights es la especulación que los protagonistas hacen sobre el espíritu y la esencia del acto circense y, por extensión, del acto artístico. No en vano los autores de esta ópera se esfuerzan por construir una doble analogía que ciertamente mueve a la reflexión: la posible identidad entre el mundo y el circo, y la equivalencia de las habilidades circenses con las cualidades espirituales.
La música de Circus Days and Nights está a cargo de un pequeño ensamble, siempre presente en escena, que es a la vez grupo de cámara y banda circense, con la importante presencia protagónica de un acordeón, instrumento desde el cual Minna Weurlander realiza la dirección musical de la obra. Un elemento fundamental en el éxito escénico de la obra es que varios de los protagonistas son cantantes-cirqueros, y que los músicos adquieren por momentos el estatus de acróbatas aéreos. Desde el primer compás de la música, la autoría de Philip Glass es inconfundible; aquí están todos los elementos formales, melódicos y armónicos de su estilo, extrañándose quizá los colores instrumentales que obtiene cuando trabaja con una orquesta de mayor dimensión. La música es pulcra, eficaz, por momentos envolvente, pero carece de esos momentos gloriosos que abundan, por ejemplo, en las partituras de su trilogía operística Einstein on the Beach, Satyagraha y Akhnaten. Sin embargo, vale la pena ver y escuchar Circus Days and Nights por su orgánica, fluida, circular y cíclica fusión de circo, maroma, teatro, acrobacia, malabarismo, poesía, y ópera.