“Esto no fue un tumulto; fue una masacre”, dijo el presidente Joe Biden a sus compatriotas, al recordar que el 31 de mayo de 1921 una turba blanca mató a balazos a 300 negros, hirió a 10 mil y desplazó a muchos más en Tulsa, Oklahoma. Apoyaron la turba la policía, comerciantes y funcionarios. El motivo aparente: un joven negro agredió a un ascensorista blanco.
Además, desde aviones se lanzaron trapos en llamas empapados de trementina y dinamita sobre Greenwood, floreciente vecindario de 35 manzanas donde vivían las víctimas. Quedaron reducidas a cenizas casas, negocios y servicios, escuelas y la iglesia.
Biden es el primer mandatario en sacar de las sombras y condenar esa atrocidad. Anunció varios programas para cerrar la brecha de riqueza entre blancos y negros, y combatir el racismo institucional. “El odio se incrustó, sistémicamente, en nuestras leyes y nuestra cultura, y las cruces en llamas del Ku Klux Klan incendiaron todas las regiones de este país”, expresó Biden.
Apoyó, además, la solicitud que ahora considera el Congreso de compensar a los descendientes de las víctimas. Hay otra demanda contra el estado de Oklahoma y la Cámara de Comercio de Tulsa, pues alentaron la masacre.
Biden señaló: “Debemos saber lo bueno, lo malo, todo. Eso es lo que hacen las grandes naciones. Llegan a un acuerdo con sus lados oscuros”. Y, si de eso se trata, existe otro que requiere un mea culpa: el genocidio, abuso, desplazamiento forzoso y discriminación de los pueblos originarios.
Las cifras más reveladoras: de los 12 millones de indígenas agrupados en 565 etnias que había en 1500, apenas eran cerca de 237 mil en 1900. El exterminio lo comenzaron los colonos ingleses y lo continuaron sus sucesores, tarea en la cual jugaron un papel clave las enfermedades traídas o esparcidas a propósito por el hombre blanco. Según el investigador Ward Churchill, fue “el genocidio más sostenido de la historia”. Otros afirman que la “civilización” de Estados Unidos está manchada por el robo, el asesinato y el genocidio.
A mediados del siglo XIX, el gobierno tenía concentrados a los indígenas americanos en “reservas” ubicadas cerca de fuertes militares y en condiciones nada favorables. Hoy, el vecino país tiene 2.5 millones de indígenas en apenas 2.3 por ciento de las ricas tierras que poseían. ¿Cuándo sacarán de la sombra las atrocidades cometidas contra ellos?