“Señor presidente, no nos pueden engañar. Sabemos que el grupo halcones es financiado, organizado y entrenado militarmente y las fotografías lo prueban”. Así se “alzó” la prensa frente a Luis Echeverría y el regente Alfonso Martínez Domínguez luego de la represión del 10 de junio de 1971, según el historiador Alberto del Castillo Troncoso.
El profesor investigador del Instituto Mora es autor del libro La matanza del Jueves de Corpus: fotografía y memoria, que hoy el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México publica gratis en formato digital a 50 años de ese hecho histórico.
Del Castillo Troncoso explica en entrevista que la idea central del texto es recuperar “el papel que ha desempeñado la fotografía, tanto en la cobertura del halconazo como en el proceso de reconstrucción de una memoria colectiva en el reciente medio siglo”.
Asevera que existen huecos en la investigación histórica de ese momento, uno de los cuales es “el papel estratégico que desempeñaban las fotografías, tanto de la cobertura de ese día, como en el posterior trabajo de recuperación de la memoria.
“Partimos de que el 10 de junio de 1971 y el 2 de octubre de 1968 marcan un tiempo de inflexión en la historia reciente de México, son crímenes de Estado”. En el primer caso, “con la colaboración de la policía, los granaderos, los agentes de inteligencia, la policía judicial y la logística del Ejército, se financia, organiza y entrena a un grupo paramilitar conocido como los halcones.”
Esta organización reprimió en 1971 a estudiantes del Politécnico y de la Universidad Nacional Autónoma de México, quienes marchaban en solidaridad con los de la Universidad de Nuevo León y su lucha por la autonomía.
El investigador relata que seleccionó para el libro 200 imágenes de archivos de periódicos, de fotógrafos independientes, del Archivo General de la Nación, de la ahora Escuela Nacional de Artes Cinematográficas y del Centro Cultural Universitario Tlatelolco.
“De un núcleo original de 3 mil imágenes, se hizo la selección con base en cuatro ángulos fundamentales: la cobertura de los periódicos, las miradas independientes, las del poder y lo que llamo los rituales de la memoria, que es como se ha ido percibiendo el halconazo en medio siglo y cómo se ha ido construyendo un imaginario sobre él”, dice Del Castillo.
“El texto combina algunas de las imágenes icónicas o que se convierten al paso de los años en referentes compartidos por toda una generación, el caso más importante es el de Armando Lenin Salgado pero no es el único y también fotografías de archivo que damos a conocer por primera vez.”
Destaca que “es un trabajo de investigación histórica, no un libro fotográfico, que discute con algunos de los historiadores y personalidades importantes que han escrito sobre el halconazo, tratando de contribuir con lo que aportan estas imágenes para el estudio de ese tema y del régimen de partido de Estado que gobernaba México en aquellos años, a finales de los 60 y principios de los 70”.
En la primera parte de la investigación, explora que los “reporteros gráficos fueron uno de los centros de atención por parte de los halcones. Una decena fueron golpeados y sus materiales son decomisados o parcialmente destruidos”, lo cual provoca una reacción por parte de la prensa, que se alzó frente al regente Alfonso Martínez Domínguez y el presidente Luis Echeverría.
Además, la segunda pista sigue el trabajo de los fotógrafos independientes, como Enrique Bordes Mangel y Armando Lenin Salgado, quien había cubierto la guerrilla en Colombia y México, con Genaro Vázquez, y el movimiento del 68. Una de sus fotografías se convirtió en el ícono de esa represión, la del halcón corriendo hacia la cámara con el bastón de kendo.
La tercera área es la mirada del poder: los agentes de la Dirección Federal de Seguridad y de la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, quienes apoyaron y fotografiaron a los halcones. Ese material se ha ido abriendo al publico a partir de la alternancia democrática de 2000.
Hay un segundo núcleo que se refiere a “cómo se han fotografiado las diferentes marchas y manifestaciones del 10 de junio a lo largo de 50 años. Ahí vemos cómo se transforma política y culturalmente el país, es decir, cómo intervienen nuevos movimientos estudiantiles muy poderosos como el Consejo Estudiantil Universitario, el Consejo General de Huelga y el #YoSoy132, y en los 90, los zapatistas.
“Estos nuevos sujetos sociales se van apropiando del 10 de junio y le van dando un sesgo particular a la luz de una nueva cultura sobre los derechos humanos que se va imponiendo en el país desde finales de los 70, al igual que en el resto de América Latina.”
El relato oficial se fragmenta, aparecen fuentes documentales y voces mucho más plurales. “Esto se traduce también en la transición democrática del país, que tiene lugar en el último cuarto del siglo pasado, en la que emergen diferentes fuerzas políticas que cuestionan al régimen.”