La insistencia con que funcionarios del gobierno de Estados Unidos repiten que Cuba “no es una prioridad”, recuerda una canción de Ricardo Montaner que le dice más o menos lo mismo a un amor desdeñoso. Sólo que en el caso que nos ocupa los hechos desmienten las palabras.
En una audiencia del Subcomité de Asignaciones de la Cámara de Representantes sobre el presupuesto del año fiscal 2022 del Departamento de Estado, el secretario de Estado, Anthony Blinken, prometió revisar la partida destinada a la oficina que se ocupa de las transmisiones hacia Cuba y coordina las llamadas Radio y Televisión Martí, además de Martinoticias.com. Esta máquina de persuasión y propaganda anticomunista recibió durante la administración Trump 13 millones de dólares anuales. Tras la promesa de Blinken al congresista de Florida Mario Díaz Balart, podría recibir 20 millones en los próximos meses.
¿Si Cuba no es la prioridad, por qué sigue fluyendo dinero del gobierno de EU para el “cambio de régimen” en la isla? ¿Por qué siguen en pie las sanciones que impuso el archienemigo de los demócratas, Donald Trump?
El investigador estadunidense Tracey Eaton ha divulgado recientemente documentos que prueban que, además de la Usaid y la NED, fachadas de la CIA según The New York Times, algunas de las más conocidas organizaciones no gubernamentales vinculadas al negocio anticastrista siguen dependiendo de varias fuentes de financiación del gobierno, comparten dinero entre sí y, a veces, transfieren subvenciones a subreceptores no identificados. “Los registros fiscales también dejan en claro que cientos de activistas cubanos reciben dinero de ONG financiadas por el gobierno de Estados Unidos cada año, como parte de una extensa campaña de promoción de la democracia...”, comenta Eaton.
Esta industria no es nueva y la única explicación para que se haya mantenido durante décadas, a costa del contribuyente de EU, es que la Casa Blanca le ha dado siempre gran prioridad al intento de desaparecer a la revolución cubana y, sobre todo, al esfuerzo por enmascarar esas intenciones.
En un clásico de la historia de la televisión en Estados Unidos, Tube of Plenty: The Evolution of American Television, el investigador Erik Barnouw recuerda cómo la CIA entrenaba a mercenarios cubanos, mientras creaba una brigada de propagandistas que justificaran la invasión por Playa Girón, en abril de 1961: “A lo largo de las calles secundarias de Miami, la agencia comenzó a reclutar silenciosamente un ejército entre los refugiados cubanos. Se incluyeron ex adherentes de Batista, ex seguidores de Castro desencantados y otros. Los reclutadores dijeron que no tenían nada que ver con el gobierno de Estados Unidos, sino que eran empleados de un grupo de capitalistas adinerados que luchaban contra el comunismo y tenían amigos en Washington... Los reclutas sintieron que el gobierno de Estados Unidos estaba detrás y esto los tranquilizó. Hubo bromas sobre el multimillonario de Cuba que pagaba los gastos y que tal vez se llamaba ‘Tío Sam’”.
Desde entonces hasta hoy la industria de la subversión ha sido descrita correctamente como una oficina de empleo en Miami, aunque la retórica altisonante de los que cubren los gastos digan otra cosa. Cualquiera que sea el porcentaje de dólares que realmente llega a los “disidentes” en Cuba, el grueso del dinero va a las manos del grupo que se opone a la normalización de las relaciones entre los dos países y que clama por eternizar el bloqueo. Llevan más de 60 años entre sanciones asfixiantes y estafas al contribuyente, que han sido fuente de sufrimiento para el pueblo cubano y lluvia de oro para tipejos como Mario Díaz-Balart y los de su misma camada.
Aun portándose peor que Donald Trump en lo que a Cuba se refiere, no hay ninguna posibilidad para los demócratas de lograr el voto de los republicanos anticastristas. El trumpismo se prepara para regresar y eso lo sabe muy bien Díaz-Balart, hijo de un ministro del dictador Fulgencio Batista. Él y otra congresista de la Florida, María Elvira Salazar, han sido señalados esta semana en una investigación publicada por el Miami Herald como responsables de propagar “desinformación intencionada” en la radio local al proclamar que hubo fraude en las elecciones que llevaron a Joe Biden a la presidencia.
No tiene idea Blinken de cuánto nos gustaría a los cubanos cantar aquello de “nunca fui tu prioridad / ni tu centro de atención. / Y tengo que asimilar, que si estuve ya no estoy, / dentro de tu corazón”. Pero mientras siga el dinero sucio de por medio y en el mismo sitio las sanciones trumpistas, ese estribillo ni Ricardo Montaner se lo cree.