La superficie de los resultados electorales en Chihuahua puede ser, valga la cantinfleada, muy superficial: el PAN ganó la gubernatura, retuvo la capital y Delicias, rescató Cuauhtémoc, es la primera fuerza en el Congreso del estado y ganó seis de nueve distritos federales. Por su parte, Morena, aun perdiendo la gubernatura, logró incrementar su votación entre 2016 y 2021 de 30 mil a casi 400 mil votos. Además, ganó el ayuntamiento más importante del estado, Ciudad Juárez, y será la segunda fuerza en el Congreso. Chihuahua se bipartidizó, entre el PAN y Morena, aunque el PRI sigue siendo una fuerza importante en los municipios rurales.
Más allá de lo superficial, Chihuahua vive una división norte-sur parecida a la que vive la Ciudad de México poniente-oriente. El gran bastión de Morena fue Ciudad Juárez y municipios aledaños del norte del estado una región con muchos trabajadores de la maquila, población inmigrante, un gran número de colonias populares con pocos y malos servicios públicos. El gran bastión del PAN fue sobre todo la capital del estado, y las dos importantes regiones agrícolas de Delicias y Cuauhtémoc.
Los bastiones de Morena tuvieron una mucho menor participación electoral que los del PAN. Aun teniendo mayor población Juárez que Chihuahua, la tasa de participación electoral en la primera fue de 38.16 por ciento, contra 51.63 por ciento de la capital. Ahí radicó el triunfo de la candidata panista. Mientras el morenista Juan Carlos Loera se impuso en Juárez con un margen de alrededor de 60 mil votos; Campos ganó en la ciudad de Chihuahua por margen de 114 mil.
Pero la victoria panista está manchada desde antes y durante el proceso electoral. La candidata blanquiazul está vinculada a proceso penal y participó en las elecciones sin pasaporte y en libertad bajo fianza. Fue subordinada y beneficiada por el corrupto gobernador César Duarte y es muy probable que lo siga siendo. La apoyó la plana mayor del duartismo, de varios partidos, e incluso llamó a votar por ella la candidata del PRI a la gubernatura, secretaria de Gobierno de Duarte, acusada también de haber figurado en la nómina secreta.
Las complicidades, por un lado, y el rechazo al presidente Andrés Manuel López Obrador en varios sectores hicieron que se soldara en torno a Campos una amplia alianza de intereses de varios grupos empresariales y de extrema derecha. El miedo a la 4T abrió las chequeras al por mayor, para propaganda y compra de votos afuera de las casillas, tanto así que la abanderada duartista, ahora es acusada por Morena de rebasar los topes de campaña.
Con ese dinero pagaron costosas campañas de mentiras e intimidación a través de los medios y de las redes sociales. Su blanco fueron las capas medias y altas, los productores agropecuarios, los grupos religiosos. Inventaron complots contra la Iglesia, contra la propiedad privada, contra la vida, contra “el agua” de Chihuahua, contra “la familia”. Promovieron la guerra sucia de muy variadas formas. Montaron grupos de choque para atacar a los promotores del voto por Morena. Y por si estas armas duras no funcionaban, ofrecieron incentivos a trabajadores de maquilas y empresas si votaban por rescatar a Chihuahua y a México del comunismo.
También jugó fuerte la inconformidad de ciertos sectores, como burócratas federales, trabajadores de la salud, pequeños comerciantes, desempleados, agricultores y ganaderos que se sienten afectados por las políticas de la 4T. Esto hizo que se abarrotaran las casillas de las colonias de clase media y alta y que se incrementara la participación en municipios rurales claves. Miedo, inconformidad y dinero fueron grandes promotores de la cruzada anti-Morena.
Los organismos electorales también pusieron su parte. Dificultaron enormemente el voto en las colonias populares. Algunas secciones electorales se dividieron sin informar suficientemente a los electores, quienes luego tenían que peregrinar de casilla en casilla a ver en cuál les tocaba, hasta que el calor de 37 grados los disuadía de su convicción cívica. Esto afectó más a los más pobres, a las personas mayores, es decir, a los beneficiarios de los programas sociales federales. De los casi 700 mil que hay en el estado, una buena parte o no pudo o no quiso movilizarse.
La coalición de intereses que se opone a la Cuarta Transformación está actuando articuladamente. En regiones más conservadoras no tiene empacho en llamar a una “cruzada” para rescatar los santos lugares del capital y del privilegio, En las más progresistas aprovecha la inconformidad de algunos sectores para golpear al gobierno de López Obrador.
Es comprensible la satisfacción por los triunfos de Morena en varias gubernaturas y congresos locales. Sin embargo, no hay que minimizar los procesos en curso no sólo en Chihuahua, sino en varias capitales de estados y en la Ciudad de México. Hay que atender la inconformidad de sectores sociales que se sienten desatendidos y maltratados, hay que articular una contraofensiva ideológica que vaya más allá de la descalificación del conservadurismo y reivindique las libertades, la justicia, la honestidad y las diferencias. Hay que construir poder desde abajo, no sólo conservar, aumentar o retener el de arriba.