Desde marzo de 2020 el seguimiento de los fallecimientos ha estado centrado en las muertes por Covid-19 y en ocasiones en el exceso de mortalidad en el país. Ya están disponibles los datos de los certificados de defunción de ese año y revelan cambios muy importantes. En primer lugar, se constata que subieron a 1 millón 72 mil 555, con una tasa de 8.93 por mil habitantes, en comparación con los 747 mil 784 de 2019, con una tasa de 5.9 por ciento. Es decir, experimentamos un incremento de casi 325 mil decesos. En efecto, hay un alza año con año, pero suele ser de 4 a 5 por ciento contra el aumento de 43 por ciento entre 2019 y 2020.
¿Se debió este incremento sólo al impacto de SARS-Cov2? A todas luces no, o por lo menos como causa directa. En el periodo, las muertes por Covid-19 muestran grandes diferencias entre distintas fuentes. Los datos ofrecidos diariamente en la conferencia de prensa reportaron 125 mil 807 defunciones para 2020, la red IRAG 170 mil 129 y el sistema SEED-DGIS 198 mil 999. Las tres fuentes son oficiales en cuanto están directamente verificadas por la Secretaría de Salud. Este hecho hace pensar que la revisión final de los datos de mortalidad, que corresponde al Inegi dará más certeza.
El análisis de las principales causas de mortalidad nacional en 2020 permite algunas observaciones relevantes. La primera causa de muerte en 2020 siguen siendo las enfermedades del corazón, con una tasa de 171.7 por 100 mil, con un incremento de 37.9 por ciento. El diagnóstico Covid-19 aparece como segundo móvil con 100 mil con 158.8 por ciento. Sigue la diabetes mellitus con 122.3 y un aumento de 46.8 por ciento.
El cuarto lugar lo ocupan los tumores malignos, con una tasa de 72.5 por ciento con un pequeño aumento de 2.4. Es interesante que, por el contrario, los homicidios bajan 26.2 por ciento y los suicidios 8.4. Los padecimientos mal clasificados suben 21 por ciento, muy por arriba de los años anteriores, de 2 a 3 por ciento.
Algunos datos sugieren mucha inexactitud diagnóstica. Por ejemplo, la neumonía y la influenza suben 86.9 por ciento, lo que sugiere una mala clasificación del diagnóstico. Si se añaden los casos excedentes de 2019 de este diagnóstico a los de Covid-19, suman 225 mil 998 fallecimientos y sería, en efecto, la primera causa de éstos. Es conocido que la diabetes como comorbilidad incrementa el riesgo de morir por Covid-19, por lo que es bastante probable que detrás del aumento considerable de ésta hay una infección del virus. Por el contrario, los enfermos de cáncer no parecen correr un mayor riesgo de fallecer que otras personas si se contagian, ya que casi no hay un aumento entre 2019 y 2020. Habría que analizar este hallazgo a mayor profundidad, dado que se supone que muchos enfermos se alejaron de los hospitales donde recibían tratamiento por temor a contagiarse.
Una conclusión importante del análisis de estos datos es que puede proporcionar evidencias para mejorar los protocolos de atención y, por supuesto, añadir nuevo conocimiento sobre la enfermedad. Por otra parte, las discrepancias entre el comportamiento de la mortalidad en la Ciudad de México en comparación con el resto del país permitirán evaluar el impacto de las diferentes políticas gubernamentales.
Otro tema que influye en la precisión diagnóstica es el lugar de ocurrencia de la defunción, y también habla del acceso efectivo a la atención. Es llamativo que, en el país, en porcentajes, 47 muere en su hogar, 13 en las unidades de la Secretaría de Salud, 19.5 en el IMSS, 3.4 en el Issste, 2.5 en otras instituciones públicas y sólo 4 en una unidad médica privada.
Estos datos cambian en la Ciudad de México, donde, en relación con el conjunto del país, un porcentaje menor (36) muere en su hogar, 23.7 en el IMSS, 7.2 en el Issste, 14.1 en las unidades de la Secretaría de Salud, 11.2 en otros sitios médicos públicos y sólo 3.5 en un hospital privado.
Es cierto que en muchos casos las personas eligen morir en su casa, pero también cuenta el acceso real a un establecimiento médico. En este aspecto se constatan dos escenarios. La población de la capital del país tiene una ventaja clara frente a la población del resto del país en cuanto al acceso efectivo a un hospital público.
Esta situación se debe a dos distintos hechos. Por un lado, hay una concentración mayor de servicios médicos de todo tipo aquí, particularmente de la Secretaría de Salud. Por el otro, la centralización de la burocracia federal en la Ciudad de México se corresponde con un mayor número de unidades médicas; sin embargo, llama la atención que haya una menor utilización de los hospitales privados.