Nueva York., Como un estudiante de Wesleyan University, Lin-Manuel Miranda comenzó a escribir lo que se convertiría en In the Heights (En el barrio), el musical que lo lanzaría como dramaturgo e intérprete y que lo llevaría, dos décadas después, a la fastuosa adaptación cinematográfica de Jon M. Chu. Miranda estaba motivado, como cualquier artista joven seguro de sí mismo, por la ambición. Pero también por algo más.
“Era mucho miedo, honestamente”, dijo Miranda en una entrevista reciente. “Tuve un verdadero llamado de atención cuando tenía 18 o 19 años y comencé a estudiar teatro. El temor era: voy a entrar en un campo que no tiene espacio para mí, que no tiene papeles para mí. Era algo así como: nadie va a escribir el espectáculo de tus sueños. La caballería no vendrá”.
Cuando In the Heights se estrene el viernes, podrá parecer que están llegando refuerzos. La película, un show de canto y baile a nivel de calle que rivaliza con los musicales de antaño de MGM, es una celebración exuberante de la experiencia de los migrantes latinos, de un vecindario diverso, de un verano lleno de vida en Nueva York.
In the Heights, que originalmente iba a estrenarse en junio de 2020, llega envuelta en un aura de acto cultural para una de las comunidades más descaradamente obviadas de las películas. Y como una fiesta en la pantalla grande, está preparada para reavivar la eufórica experiencia teatral de bailar en los pasillos que se ha mantenido prácticamente apagada por más de un año.
Pero el momento, aunque Miranda quiso lanzarla en streaming el año pasado, parece predeterminado. In the Heights es un recordatorio enorme de lo que nos hemos estado perdiendo, en la pantalla y fuera de ella, durante la pandemia. Chu la llama “una vacuna de alegría”.