Los resultados electorales de este domingo han disparado la discusión en Morena respecto a la eficacia de sus dirigentes, Mario Delgado y Citlalli Hernández, presidente y secretaria general del comité nacional, respectivamente, y a las confrontaciones internas que tienen como objetivo la sucesión presidencial de 2024.
A reserva de los resultados oficiales, que aún podrían estar sujetos a objeciones ante el Tribunal Electoral de la Federación, el desempeño morenista ofrece posibilidades de observación, y de satisfacción o rechazo, desde diversos planos.
Morena y sus aliados tendrán una cantidad menor de diputados federales que en 2018, pero se mantuvo la mayoría simple y desde ahí se podrán tejer acuerdos para alcanzar mayoría calificada en las ocasiones que fuera necesario. El avance en cuanto a gubernaturas es innegable, aunque no corresponda, al igual que sucede en el caso de San Lázaro, a las expectativas originales, que consideraban más triunfos.
Además de lo acontecido en esos dos puntos estratégicos, la Cámara de Diputados y las gubernaturas, la mayor discusión se refiere a lo sucedido en las alcaldías de la Ciudad de México, donde logró triunfos importantes la coalición PAN-PRI-PRD y, en un caso, el primer partido en solitario. Ha resultado conmocionante que por primera vez desde 1997, cuando inició la elección de cargos en la Ciudad de México, en varias demarcaciones haya sido vencida aparatosamente la izquierda partidaria en el poder (antes, el PRD; ahora, Morena). En este caso, con el agravante de que los triunfadores son los partidos que han encarnado los peores vicios y prácticas, con una enorme carga de conservadurismo en el caso específico de Acción Nacional.
El ojo crítico se centra en Mario Delgado, el economista sin experiencia en la difícil vida interna de la izquierda partidista, que llegó a la presidencia de Morena con el beneplácito de Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, precandidatos extraoficiales al relevo presidencial de 2024, al igual que la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, cuyo grupo empujó como opción de liderazgo partidista a Porfirio Muñoz Ledo.
Llamados “los puros”, los operadores políticos de Sheinbaum habrían sido dejados a su suerte por los “pragmáticos” en la pasada elección de alcaldías, mientras Delgado se concentraba en las campañas de gobernadores y de diputados federales. La responsabilidad de las derrotas capitalinas serían adjudicables, así, a la corriente de la jefa de Gobierno. A su vez, los adversarios internos de Delgado, Ebrard y Monreal reprochan al dirigente nacional los fracasos en lugares como San Luis Potosí y Nuevo León.
En ese contexto, que incluye la exigencia de que Mario Delgado renuncie a su cargo, la secretaria general del comité nacional de Morena, Citlalli Hernández, ofreció poner su renuncia a disposición de la militancia, “si es que se considera que es lo mejor para el partido”, aunque llamó a actuar con mucha estrategia y racionalidad y no de manera abrupta. Negó haber sido “cómplice o florero” en el proceso electoral y a la hora de las determinaciones durante las campañas pues, mencionó, “85 o 90 por ciento de la toma de decisiones”, en cuanto a estrategia, finanzas y comunicación, correspondió a Mario Delgado (https://bit.ly/2TSCBX7).
Lo cierto es que los recientes comicios agudizaron la definición combativa de los dos polos principales de la organización guinda, con atrincheramientos concebidos en función de la batalla principal, hacia las elecciones de 2024. El caso específico de Mario Delgado resulta sumamente polémico, pues en diferentes partes del país lo acusan de haber propiciado o impuesto candidaturas contrarias al espíritu original de Morena y de haber dividido y desanimado a los militantes de ese partido.
Y, mientras se desahoga la visita de la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, y se percibe el estilo y el fondo de la política estadunidense hacia México, ¡hasta mañana!
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