Atenas. Con una pierna amputada tras un bombardeo en Siria, Ibrahim Al-Hussein, abanderado del primer equipo paralímpico de refugiados en la historia de los Juegos, en Río-2016, se entrena con la esperanza de clasificarse para Tokio porque “nada es imposible”.
Al borde de la piscina olímpica de Atenas, el deportista se desviste, calienta los músculos, retira su prótesis y salta al agua. “Hay que pelear, con tu cuerpo y con tu corazón”, dice.
“Fue aquí donde mi historia comenzó”, sonríe Ibrahim. Entonces, con 15 años, el joven sirio siguió las hazañas de Ian Thorpe y Michael Phelps en la capital griega olímpica en 2004 desde su televisión en Deir ez-Zor, en Siria.
Hoy nada en las mismos carriles en los que brillaron el campeón australiano y la leyenda estadunidense.
La vida de Ibrahim Al Hussein parece una odisea moderna, una historia que le lleva desde las riberas del río Éufrates a las piscinas olímpicas pasando por el Mar Egeo.
“La vida en Siria es especialmente difícil. No había nada qué comer, no había electricidad ni medicamentos, si te quedas mueres.”
La guerra civil en el país explotó en 2011 y llevó a millones de sirios a buscar un exilio como la familia de Ibrahim. Él aguantó y perdió la pierna derecha en un bombardeo en 2012. Luego dejó Siria. Viajó primero a Turquía y después a Grecia, el 27 de febrero de 2014. “Nací una segunda vez”, asume.
A pesar de su discapacidad, la travesía entre las costas turcas y la isla griega de Samos en un barco no desanimó a Al Hussein, que aprendió a nadar con cinco años.
Tras llegar a Atenas, vagabundeó por las calles una decena de días hasta ser ayudado por un compatriota sirio que le presentó a un médico. Angelos Chronopoulos le ofrece una prótesis y la esperanza de un nuevo inicio.
“Buscaba una patria, un lugar en el cual reanudar la vida, recomenzar el deporte. Grecia se convirtió en mi país, no quiero cambiar más.”
Encadenó victorias en competiciones nacionales y llamó la atención del Comité Olímpico griego. En el relevo de la antorcha de 2016 completó el recorrido a través del campo de refugiados de Eleonas, en Atenas.
“La ruta se abrió. Cuando tenía las dos piernas, soñaba con participar en los Juegos Olímpicos. Lo he logrado con sólo una pierna”, explica. Desde 2016, Al Hussein ha participado en dos campeonatos de Europa y en el Mundial paralímpico de natación.
Se entrena cada día para ser uno de los seis atletas que compondrán el equipo paralímpico de refugiados en los Juegos de Tokio, del 24 de agosto al 5 de septiembre.
“Incluso si perdiera la segunda pierna o un brazo, continuaría. Quiero ir a Tokio”, afirma.