El milagro electoral en la Ciudad de México se acabó. Eso de que basta con la figura del Presidente para que se gane la elección, así sea un bulto el candidato, ya no funciona, y esto nos dice, necesariamente, que en esta capital los errores políticos se pagan.
Héctor Ulises García Nieto, el más gris de todos los presidentes de los diferentes partidos de izquierda que han existido en la ciudad, tiene que hacerse responsable de lo sucedido en la enorme parte que le toca. Su fracaso es histórico y va más allá de la simple inoperancia.
García Nieto aceptó, por ejemplo, que muchos, o todos los candidatos, no pasaran el tamiz de las encuestas y que se les designara con la idea de que, también esta vez, el voto sería para López Obrador. Se equivocó, como casi todos los pasos que dio dentro del partido, y el resultado del cúmulo de errores no puede ser otro que su renuncia ya. Nada debe retenerlo, ni las simpatías que ha mostrado la jefa de Gobierno hacia su persona. Su deslealtad hacia el trabajo de la izquierda durante años en la capital del país no puede pasar inadvertida. Si hay algo de honestidad política en su persona, debe irse antes de un nuevo día o las consecuencias para Morena serán aún más dolorosas.
Pensar que Víctor Hugo Romo podía mantener Miguel Hidalgo sin haberse movido durante tres años sólo cabía en la cabeza de Héctor Ulises; suponer que en Azcapotzalco Vidal Llerenas tendría el empaque para mantenerse en la alcaldía, era un sueño que sólo podía mantenerse por aquello del milagro. En Magdalena Contreras se quiso relegir la figura política con menos popularidad en toda la ciudad. Cuauhtémoc es harina de otro costal y lo analizaremos al final.
Y ya que estamos en esas razones, es necesario reconocer que la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, ha mostrado un desempeño notable. La aprobación hacia su trabajo hasta unos días antes de la desgracia en la línea 12 la tenía incluso por encima de la del presidente López Obrador, un dato que anunciaba que el milagro AMLO ya iba en declive y que obligaba a redoblar esfuerzos por parte de Morena.
Luego de la L12, las cosas cambiaron, pero no porque la jefa de Gobierno hubiera descuidado la labor que tenía que realizar después del percance. La vimos en el lugar de los hechos, supimos de las atenciones del gobierno hacia las víctimas, en fin, parecería que hasta ahí la gente mantenía su fe en la mandataria, muestra de ello es el triunfo electoral en Tláhuac, pero nunca se pudo arrancar el tufo a impunidad que contaminó el ambiente.
Pedir la renuncia de la directora del Metro, o cuando menos dejarla fuera de la administración mientras se obtienen los resultados de las investigaciones, no era, ni de lejos, un acto de justicia, pero sí ayudaba a señalar con énfasis la diferencia entre otros momentos de la política en la ciudad y lo que ahora pasa, pero ese fue el mejor pretexto para atacar a la jefa de Gobierno. Florencia Serranía se hizo sentir como una imposición de Claudia Sheinbaum y la impunidad, aunque sólo fuera su olor, sirvió para denostar su trabajo.
Pero no todo fue destruido, las dos alcaldías con mayor número de votos: Iztapalapa y Gustavo A. Madero, quedan en manos de Morena, esto si queremos ver el horizonte político que en breve tendrá un nuevo episodio: el juicio a los ex presidentes.
En fin, lo más importante de todo esto es que se ha logrado que el voto sea un acto libre, sin intimidaciones, pero, sobre todo, confiable. La gente confió en que el poder gubernamental no intervendría para sacar resultados favorables. La voluntad del ciudadano se respetó y eso es un gran avance, los resultados son, ahora sí, el resultado del análisis sobre cada uno de los propuestos.
Dada esta circunstancia, Claudia será la primera que gobierne con una estructura de poder antagónica, lo que para ella puede significar un reto que le permita generar nuevas acciones a favor de la gente que le permita recuperarse frente a la opinión de la gente, por lo que la desventaja podría convertirse en un bono a favor. Total, lo que sí queda muy claro es que la Ciudad de México será un campo de lucha política de súper importancia. Ya lo veremos.
De pasadita
El caso Cuauhtémoc es, más que trascendente, aleccionador. Primero: Dolores Padierna es un cartucho quemado que no tenía muchas posibilidades de ganar. Dos: la estructura de gobierno, sumisa a Ricardo Monreal, empeñó todos sus recursos para golpear a Padierna y beneficiar a la candidata Sandra Cuevas, quien allá por el final de 2020 se decía “orgullosa de formar parte del equipo de Monreal”.
Así las cosas, también los recursos que se pudieran tener desde la senaduría de Monreal se fueron a la alcaldía que ahora el senador venderá como una alianza segura para el gobierno de la ciudad. Allá Claudia si le da credibilidad.
¿Fuego amigo? No, simple y llana traición. Hablaremos más del asunto.