El día de ayer, los mexicanos acudieron a las urnas para elegir 300 diputaciones por principio de mayoría relativa, 200 diputaciones por representación proporcional, 15 gubernaturas, 30 congresos locales, mil 900 ayuntamientos y juntas municipales que, juntos, suman un total 21 mil cargos de elección.
Más allá de los resultados, que sin duda serán importantes, la trascendencia de estas elecciones será definida en el corto y mediano plazos por la capacidad de los diversos actores políticos de realizar y atender una convocatoria a la unidad nacional.
Dicha convocatoria no debe hacerse sólo desde un lugar común, acomodaticio, que le permita a propios y extraños administrar los buenos o malos resultados de la elección, sino que ésta debe hacerse como la conclusión de un proceso el cual asuma que los retos que enfrenta México de cara al futuro nunca han sido tan determinantes como este momento de nuestra historia y de nuestra aún joven e inmadura democracia.
Responsabilidad ante una transformación profunda
El mundo enfrenta cambios en materia de política económica, una revolución tecnológica y científica sin precedentes y fenómenos migratorios que alcanzan todos los rincones, y México no es la excepción. Sin creernos más o menos que otras naciones, debemos asumir que no sólo somos la doceava economía mundial, sino que el tamaño de nuestra población y nuestra estratégica ubicación geográfica demandan nuestra responsabilidad ante un mundo en transformación profunda. La pandemia de Covid-19 ha acelerado estas tendencias, apresurando la reconfiguración de la vida cotidiana de millones de seres humanos, muchos de los cuales se han quedado sin empleo o, en el mejor de los casos, enfrentan los estragos de una crisis económica global.
Las respuestas de los gobiernos a estas problemáticas no han sido uniformes ni deberían serlo, enfrentan realidades distintas. Algunos, por ejemplo, han implementado políticas fiscales expansivas con el riesgo de incrementar tanto su deuda como su déficit, otros han tomado posturas más mesuradas al tomar en cuenta el largo plazo.
Presiones inflacionarias
Lo cierto es que, si bien parece que nos encaminamos hacia una recuperación económica global, como muchos analistas han señalado, los mecanismos empleados para alcanzar dicha recuperación, junto con la disrupción a la cadena de valor global provocada por la pandemia, pueden generar presiones inflacionarias en el futuro y procesos desiguales en la recuperación económica que terminen por profundizar las ya de por sí lamentables desigualdades sociales que hoy vivimos. Es muy pronto para decirlo, pero la moneda está en el aire.
No es aventurado, por lo tanto, decir que los próximos años nuestra capacidad de administrar estos cambios en beneficio de todos los mexicanos marcará el futuro de las próximas generaciones. México, como cualquier país, corre el riesgo de no democratizar el acceso a la tecnología, no adaptarse a estos cambios y no concretar una recuperación económica estable y distributiva entre nuestra sociedad desigual.
Por más divisiones que marcaron a estas elecciones, paradójicamente ofrecen la posibilidad de reducir la brecha que existe entre “dos Méxicos”. En este sentido, el papel del nuevo Congreso federal será fundamental para generar las condiciones a fin de concretar una recuperación económica sostenida y duradera, así como insertar a nuestro país en el futuro.
Los miles de puestos de elección popular en el nivel local, gubernaturas, congresos locales, alcaldías, etc., definidos en esta elección, son una oportunidad para integrar las demandas regionales en el plano nacional.
Articulación entre los poderes de la Unión
Las dinámicas entre los municipios y los estados, los estados y la federación, el Congreso y los otros poderes de la Unión, son distintas, sin embargo, los retos que tenemos por delante requieren de concurso y articulación de todos ellos.
Atender a una convocatoria nacional a la unidad significa crear consenso en torno a lo urgente, pero también crear mecanismos para que los disensos trabajen a favor de lo que resulta necesario.
En las próximas semanas o meses, al haber dejado atrás la rispidez de la contienda electoral, será necesario articular un consenso, atender a una convocatoria que establezca los parámetros de una agenda común. Estar de acuerdo en la naturaleza de los retos es posible, acordemos sobre las soluciones con responsabilidad y visión de futuro. La coyuntura de la disputa política electoral ha terminado, asumamos todos lo que sigue para nuestro país.