La Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) desde hace medio siglo designa a un nuevo titular de acuerdo con el mismo esquema que tienen la UNAM y otras instituciones, es decir, mediante una Junta de notables de reducido número. Pero este procedimiento ha generado una creciente lejanía entre estudiantes, profesores-investigadores y administrativos, por un lado, y la cúpula del rector general y rectores de las cinco unidades académicas, por otro. Mientras los rectores hablan de financiamiento, de modificaciones en la coordinación, procedimientos, reglamentos, el resto de la comunidad vive en la cotidianidad de otra realidad, la del ahora mucho más complicado trabajo universitario y, además, la vida en pandemia. Y entre esos dos polos la Junta no acerca. En el actual esquema para designar rector la participación de la comunidad es protocolaria y, de hecho, irrelevante. Todos podemos opinar por escrito o directa y presencialmente y eso puede influir, pero nada es vinculante y si hay miles o sólo unas cuantas opiniones o ninguna, estrictamente hablando eso no importa, el procedimiento continúa, se realiza y tiene validez.
Peor aún, en la UAM el esquema de designación ha contribuido a crear un club interno de admisión muy reservada para los nombramientos, y además discriminatorio. Es tan evidente esto que ya se sabe que, aunque se registren, quienes no cumplan con tres requisitos implícitos, construidos a lo largo de la historia, no tienen posibilidad. Así, el primer requisito para acceder al poder, es tener ya el poder. Y, por eso, en la UAM absolutamente todos los rectores generales han sido antes rectores o secretarios de unidad. Es decir, la cúpula elige siempre a uno de los suyos. La segunda regla es que hay que ser hombre: de los 13 rectores que ha tenido la UAM en su historia no hay una sola mujer, a pesar de que en universidades como las autónomas de Querétaro y Veracruzana tienen rectoras. La tercera regla es provenir de campos de estudio como ingeniería, matemáticas, química, medicina, es algo que se ha cumplido puntualmente con sólo tres excepciones. Finalmente, también en la propia Junta Directiva se refleja y, de hecho se alimentan, estas tres tendencias. Por ejemplo, en ella, de las 66 personas que desde 1974 hasta 2017 la han integrado sólo 11 han sido mujeres. Pero hay sorpresas.
Estas características contribuyen a generar en la UAM un conservadurismo moderno: innovaciones, premios, casa SNI, pero estructuras y mecanismos excluyentes y conservadores. Y a esto contribuye una reglamentación sesgada al poder de funcionarios y abogados e interpretaciones que enfatizan la norma como referente único para la acción. Esta es una visión que tiene fuertes dificultades para entender los conflictos, y impulsa a ignorarlos o minimizarlos, hasta que estallan. Y entonces la estrategia preferida es atrincherarse y esperar.
Con todo lo anterior, no debe entonces sorprender que los dos más fuertes candidatos a la rectoría general, el actual secretario general de la Universidad, Antonio de los Reyes (ingeniería) y el rector de la Unidad Xochimilco, Fernando De León (producción agrícola) no sólo cumplan a la perfección con los requisitos de la vieja UAM, sino que, además, en su desempeño como autoridades, hayan aparecido los rasgos de una visión conservadora y autoritaria. Así, el secretario general no previó la huelga de 2019 y ya en ella optó por sólo atrincherarse. Después de tres meses tuvo que ceder y hacer un ofrecimiento que concluyó el paro laboral. Actualmente, el secretario está en otro conflicto porque se faltó a la palabra firmada y canceló arbitrariamente un programa de pensiones para jubilados creado hace poco. El otro candidato, por su parte, corporativa y públicamente se sumó al manejo de la huelga, a la cancelación de las pensiones y desde febrero de 2020 no ha intervenido para solucionar un problema que creó su iniciativa de nombrar una comisión para cambiar un programa académico (TID), pero sin tomar en cuenta los argumentos que desde hace año y medio plantean más de 50 académicas (os) que lo operan. Y, también para impulsar la “calidad” ofrece 100 mil pesos a profesores que quieran contratar ayuda para proponer cambios en sus programas. Y finalmente, de la nada, crea una nueva figura en el organigrama institucional: “coordinador de coordinadores”.
Ante este desesperanzador panorama, anima saber que hoy en la Junta Directiva las mujeres son mayoría (cinco a cuatro). Y que podrían dejar una clara muestra del cambio que significa su presencia: ajustar sus plazos para dar oportunidad de que en un grupo de candidatos, todos hombres, también participe una mujer capaz, progresista, conocedora de la complejidad de las dinámicas institucionales y dispuesta a iniciar un proceso de cambio con la participación de la comunidad. En este momento, la Junta tiene una fuerte responsabilidad con la UAM.
* UAM-Xochimilco