Por primera vez en tres décadas, la desnutrición crónica se mantuvo sin cambio. Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, de manera constante cerca de 2 millones de niños menores de 5 años registraron peso y talla baja. Ahora, a causa de la cuarentena, la pérdida de empleos y la disminución de ingresos económicos para las familias por la pandemia de Covid-19, ese número aumentó 7 por ciento, afirmó Anabelle Bonvecchio, directora de Investigación en Políticas y Programas de Nutrición del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP).
Anticipó que, por la misma razón, este año el problema registrará un incremento similar (7.6 por ciento); resaltó que en los primeros mil días de vida se forma 70 por ciento del cerebro y si una persona no consigue ese desarrollo, puede presentar mayor riesgo de abandono escolar, lo que en la edad adulta se traduce en la percepción de salarios 22 por ciento más bajos.
La especialista participó ayer en el quinto diálogo nacional “Prevención de la mala nutrición en los primeros mil días de vida”, organizado por la Secretaría de Salud (Ssa) como parte de la preparación del país para la Cumbre Mundial de Sistemas Alimentarios, que se celebrará en septiembre próximo, convocada por Naciones Unidas.
Bonvecchio resaltó que la mejor inversión es revertir las deficiencias nutrimentales en la infancia.
Refirió una investigación la cual señala en sus resultados que por cada dólar que se destina a la primera infancia, los países tienen un retorno de 35 dólares por menos enfermedades y mayor productividad.
Pressia Arifin-Cabo, representante adjunta de Unicef en México, expuso el caso de Aguas Blancas, en la Sierra Tarahumara, donde más de 60 por ciento de los niños tienen desnutrición crónica.
A causa de la sequía, algunas familias se quedaron sin cosecha y, en otras, por la inseguridad, sus tierras fueron tomadas para otros fines.
La ejecutiva subrayó que estas situaciones se repiten en otros lados y forman parte de un fenómeno que repercute en la seguridad alimentaria de las personas, quienes carecen de productos saludables pero tienen al alcance refrescos, golosinas y frituras que contribuyen al incremento del sobrepeso y obesidad, presente en un tercio de niños y adolescentes.
En tanto, uno de cada tres infantes tiene anemia y uno de cada 10 vive con desnutrición crónica.
Por su parte, Rocío García Pérez, directora del Sistema Nacional para el Desarrollo de la Infancia (DIF), indicó que como parte de la estrategia federal para superar la mala nutrición en la infancia, el DIF distribuye cada año 1.8 millones de dotaciones de alimentos en mil 31 municipios; se entregan alimentos preparados en las localidades; se brinda educación y orientación alimentaria, y se promueve la lactancia materna.