Aunque renuente a exponer su poética debido a que al menos la suya propia “no es previa a los textos, sino que se conforma en ellos”, el valenciano Francisco Brines, quien apenas el pasado mes, una semana antes de su fallecimiento, recibiera de los reyes de España el Premio Cervantes, se había permitido hará un cuarto de siglo hablar sobre La certidumbre de la poesía, “ese emocionado balbuceo que es la creación” lírica, y deslizar en ese preciso escrito, como atajándose a sí mismo, o al lector apresurado, que “el poema no suele crecer en el estéril territorio de la certeza”.
La certidumbre a la que alude desde el título adviene como un don, no es el resultado de construcción alguna. Poeta de la memoria y el tiempo, según se le ha llamado, el autor de Ensayo de una despedida rememora (como un don) los días en que (resumo), poseedor de la suprema sencillez de la inmortalidad y de la inocencia, el pecho se sentía vasto como el firmamento, lleno de una felicidad extraña e inmerecida, que abarcaba todo el mundo, inacabable.
Dice en otro momento que “al poema lo dirigen menos las ideas como tales ideas que la diversidad de imágenes que se vienen a la mente, o que las palabras en sí mismas… o las distintas experiencias que se presentan de improviso en ese ejercicio espiritual que es el trabajo … El pensamiento del poema se me va descubriendo al tiempo que lo escribo”. Se trata, afirma, de un pensamiento poético siempre potenciador “y que va más allá de lo meramente explícito”.
Si “el poeta sólo existe cuando escribe, y en los restantes momentos es sólo el hombre que es”, ello se debe a que cuando escribe y lo hace desde el hecho estético, es decir, totalmente desinteresado, es un explorador, es un descubridor. Y aun cuando con ciertos de tales descubrimientos el autor haya tenido algún contacto previo es su significación, su fresca y llamaremos sorpresiva significación lo que aquilata el poema, que habrá de realizarse de modo “que el lector, al recibir tal significado, lo perciba como dado sólo en el poema, y le represente una emoción aproximadamente semejante”.
¿A qué poéticas –bien que Brines acceda con reserva a mostrar algunas líneas de la suya– cuando que “el mundo del poeta se va descubriendo a medida que la obra se realiza”?