Históricamente, el uso y abuso del gas lacrimógeno, cuyo propósito original era irritar, asfixiar y causar ceguera en los soldados para sacarlos de sus trincheras y poder rematarlos a balazos, hoy ha devenido en uno de los medios más rutinarios y brutales para reprimir a manifestantes en calles y plazas, en distintas ciudades del mundo.
Tal es el caso del abuso en que se incurrió al hacer frente al descontento civil en Santiago de Chile contra las políticas del gobier-no del presidente Sebastián Pi-ñera, situación que ha sido documentada desde un punto de vista técnico-científico en el audiovi-sual Gases lacrimógenos en Plaza de la Dignidad 2020, que se ex-hibe en la Sala 10 de la plataforma digital del Museo Universitario Ar-te Contemporáneo.
Como dato de la peligrosidad del gas lacrimógeno se analizó lo ocurrido en el transcurso del 20 de diciembre de 2019, cuando los carabineros chilenos “descargaron al menos 594 latas de gas sobre los manifestantes, lo que produjo concentraciones de más de 40 veces el límite de tóxicos indicado por el fabricante de esas armas químicas, así como un incremento en las condiciones de contaminación, que pone en riesgo la salud de la población en dicha plaza e incluso el daño ecológico al río Mapocho, principal surtidor de agua de esa ciudad”.
Para la investigación del caso, la agencia británica multidisciplinaria Forensic Architecture fue comisionada por el colectivo médico activista No+Lacrimógenas, de Chile, para indagar el grado de peligrosidad que tuvo la concentración de gases lacrimógenos, lo que dio como resultado un trabajo en el que se conjugan la ciencia, la cultura, los derechos humanos y la salud. El video forma parte del Festival de Arte y Ciencia El Aleph, organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México.
“Las conclusiones de esa investigación son aterradoras, pues transforman las imágenes transmitidas en los noticieros en un registro cien-tífico del empleo criminal y sistémico de las armas químicas como forma de represión política”, apuntó el curador Cuauhtémoc Medina, en el texto que acompaña al audiovisual.
La frecuencia con que se ven en televisión las imágenes de nubecillas estallando entre los manifestantes ha hecho que –como dice la historiadora Anna Feigenbaum–, “la gente a menudo olvide que el gas lacrimógeno fue un arma química diseñada para torturar física y sicológicamente”, apuntó Nájera.
En la actualidad, continúa el curador, el gas lacrimógeno “sigue enclavado en una zona gris de regulación, desde su comercialización –prácticamente sin limitaciones alrededor del mundo, en presentaciones que hacen difícil el monitoreo de su composición– hasta el uso a voluntad por parte de los cuerpos policiacos, quienes suelen desdeñar los riesgos que involucra su concentración y los diversos tipos de tóxicos que incluyen”.
La Plaza de la Dignidad ha sido centro de manifestaciones de agrupaciones estudiantiles, sindicatos, comunidades indígenas y grupos de disidencias sexuales y feministas que se han reunido allí para protestar contra las políticas neoliberales que llevan décadas produciendo desigualdades económicas y sociales.
El 20 de diciembre de 2019 fue uno de los días de protestas más intensas. Las fuerzas policiales chi-lenas lanzaron una cantidad de gas lacrimógeno sin precedentes en un área relativamente pequeña, en contra de personas desarmadas que protestaban pacíficamente, afectando también a las cientos de personas de las unidades habitacionales que residen en ese lugar.
Gases lacrimógenos en Plaza de la Dignidad 2020 es un elocuente audiovisual que registra minuto a minuto el abuso y grado de brutalidad de cómo en Chile se ha restaurado el castigo corporal contra el disenso y la crítica, escribió el curador Cuauthémoc Nájera.
Aquí el vínculo del audiovisual que se encuentra en la Sala 10 de la plataforma digital del MUAC: https://muac.unam.mx/exposicion/sala10-forensic-architecture