“Que seamos hijas de campesinos no les da derecho a que nos traten como nos tratan –dice indignada la vocera de la Escuela Normal Rural Carmen Serdán, de Teteles, Puebla, a las autoridades gubernamentales–. No somos ignorantes. A eso venimos, a prepararnos. A nuestros padres no les alcanzó el recurso para mandarnos a otras instituciones.”
La estudiante carga sobre sus hombros el dolor y el luto por la trágica muerte de sus compañeras, la poblana Mónica Paola, de 22 años, y la guerrerense Iris Yaretzy, de 21. Y el enojo por el desdén con que han sido tratadas. Vestida con el uniforme deportivo de su escuela, tenis incluidos, impecablemente peinada, con el cubrebocas en el rostro, rodeada de sus compañeras y con padres de familia cubriendo sus espaldas como muestra de solidaridad a sus reclamos, sentencia: “Pedimos de la manera más atenta al gobierno que ya no sea incompetente. Que resuelva nuestra problemática” (https://bit.ly/3oZHpoY).
Teteles, una de las 17 normales rurales que sobreviven en el país, internado donde estudian exclusivamente mujeres, sede actual de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), fundada de 1935, está convulsionada. Sus estudiantes se han movilizado y demandan a las autoridades la solución de un pliego petitorio, en que se incluyen acuerdos incumplidos por el gobierno estatal desde que fueron pactados en octubre de 2013.
Lo que hoy es la Normal Rural Carmen Serdán, se fundó en 1932 en Tlatlahuqui, Puebla, con una “cartilla de divulgación socialista”, para enseñar a leer y difundir conceptos como plusvalía, lucha de clases y explotación, antes de que se instaurara la educación socialista en el país. No duró mucho en esa comunidad. Desalentadas por el fanatismo clerical de Tlatlauqui –escribe Mary Kay Vaughan, en el extraordinario libro La política cultural en la Revolución. Maestros, campesinos y escuelas en México, 1930-1940–, las autoridades educativas se llevaron la normal a Xochiapulco.
Al frente de la nueva institución estuvo un educador excepcional: Raúl Isidro Burgos. Zapatista, arquitecto de la escuela revolucionaria mexicana, actor clave en la consolidación de normales rurales en Chiapas y Guerrero (Ayotzinapa), vestido de manta y huaraches, donador de su salario a escuelas y pobres, levantó de la nada, junto a sus alumnos y campesinos, las aulas y los huertos de la nueva normal. Su simiente rindió frutos. Cada mañana al despertar, los alumnos interpretaban La internacional. Al poco tiempo, junto a los vecinos, haciendo realidad la reforma agraria, recuperaron tierras de las haciendas de la familia Masip.
Como espada de Damocles sobre su cabeza, la Carmen Serdán ha vivido con la amenaza permanente del cierre. A pesar de la resistencia de los habitantes de Xochiapulco, fue trasladada a Hueyapan y, en 1961, a Teteles. En esta comunidad, en medio de grandes penurias, sin dormitorios ni talleres, durmiendo en catres, con raciones precarias, 37 alumnas comenzaron sus estudios.
Inclaudicables, autogobernadas en el Honorable Consejo Estudiantil, las jóvenes han sido víctimas permanentes de campañas de estigmatización y calumnias. Citando siempre fuentes anónimas, medios como El Sol de Puebla han denunciado que “esta institución practica una ideología de carácter socialista, motivo por el que durante las noches se imparten círculos de estudio que se prolongan, en ocasiones, durante varias horas, sin importar que al día siguiente tengan que asistir a las clases de manera normal, por lo que ante cualquier distracción dentro de estos círculos, son rociadas en la cara con agua de chiles hervidos o bien como castigo las hacen correr sobre la pista, sin importar las inclemencias del clima” (https://bit.ly/3p4XoSQ).
En la peor tradición diazordacista, sin aportar una sola prueba, el gobernador del estado, Miguel Barbosa, antiguo chucho aliado a Luis Videgaray y hoy morenista (https://bit.ly/3p2oA4o), se ha sumado a los infundios. “Nos preocupa –declaró– que sean obligadas a cosas, que sean forzadas, que se les limite la alimentación o se les quite la alimentación, que se les ponga una orientación ideológica específica.” Encarrerado, acusó a las representantes de la escuela de presionar a las estudiantes “a tomar casetas y robar camiones para financiar fiestas de graduación”.
Las alumnas de Teteles, que, ante la ausencia de intendentes se encargan del mantenimiento y la limpieza de la escuela (su segundo hogar), exigen, desde hace dos años, la intervención del gobierno para la solución de su pliego petitorio. En él se incluyen acuerdos tomados con las autoridades poblanas en octubre de 2013 que no se han cumplido. Ante la negativa gubernamental a honrar lo pactado, sin un diálogo respetuoso por parte de las autoridades, la paciencia de las normalistas se agotó y, para forzar la negociación, recurrieron a acciones más enérgicas, como liberar las plumas de las casetas de peaje.
Las jóvenes piden que se concluyan las obras de infraestructura inconclusas desde hace más de un año y se reparen las dañadas, que se entregue el autobús necesario para realizar las prácticas de campo, que no se suspenda la dotación de las raciones alimentarias y que no se reduzca la matrícula de ingreso.
En Teteles hay duelo y rabia por la muerte de sus dos compañeras, muerte que debe ser esclarecida y castigados los culpables. Pero, también, hay la firme determinación de seguir adelante con su lucha y ser las mejores maestras de Puebla. No en balde son legítimas herederas del legado del profesor Raúl Isidro Burgos.
Twitter: @lhan55