Autoinvestido como augur extraoficial, Ricardo Monreal aseguró ayer que Morena está en desventaja en tres estados, tiene notable competencia en cuatro y adelanta a sus opositores en ocho. De ser cierto lo que el coordinador de los senadores de ese partido proclama, con base en supuestas encuestas de opinión de manejo interno, el instituto guinda ganaría 12 de las 15 gubernaturas en contienda, en el mejor de los escenarios, u ocho de esos cargos, en la peor de las circunstancias.
Las tres entidades federativas donde el morenismo recibió ayer el descontón monrealista son: Nuevo León, San Luis Potosí y Querétaro. En el estado norteño, Clara Luz Flores resultó un fiasco, a pesar de que Morena apostó a la hipotética fuerza priísta del esposo, Abel Guerra, y de la propia candidata, luego cachada en mentiras respecto a NXIVM y Keith Raniere. De Querétaro no hay mucho qué decir: siempre estuvo perdido para Morena y por eso no fue enviado a competir Santiago Nieto Castillo (UIF de Hacienda). Ahí el predominio es panista, con todo el peso del gobernador Francisco Domínguez, el candidato Mauricio Kuri, el ex candidato presidencial Ricardo Anaya y el litigante Diego Fernández de Cevallos.
San Luis Potosí merece mención aparte. Si Mario Delgado fuese llevado a juicio por su partido, lo hecho en tierras potosinas bastaría para condenarlo: deshizo cualquier esperanza de triunfo morenista, dividió a la militancia y entregó todo el capital político que pudo al sombrío Ricardo Gallardo Cardona, su ex compañero de la Cámara de Diputados y su candidato original, al que quiso hacer abanderado de una alianza Morena-Verde, pero potosinos indignados se lo impidieron. Delgado sacrificó a Morena para pagar compromisos oscuros con Gallardo, quien queda al final en contienda con el panista-felipista Octavio Pedroza.
Así como la incompetencia morenista podría favorecer en Nuevo León a Samuel García, de Movimiento Ciudadano, a los panistas en Querétaro y al Verde en San Luis Potosí (o, involuntariamente, al panista Pedroza), conviene avizorar a qué partidos o personajes se podría beneficiar en las cuatro entidades que el oráculo Monreal pone en riesgo.
El presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno, apodado Alito, mucho agradecería que Morena le ofrendara la gubernatura a su sobrino, Christian Castro Bello (además, su cómplice en varias andanzas corruptas), dejando en el camino a Layda Sansores. En Chihuahua, el panismo adverso a Javier Corral estaría feliz de que triunfara María Eugenia Campos, llamada por su hipocorístico, Maru, aun a sabiendas de que el citado Corral insistiría en castigarla judicialmente bajo acusaciones de haber recibido dinero de manera subrepticia del erario entonces a cargo del priísta César Duarte.
En Michoacán, una derrota de Alfredo Ramírez Bedolla sería festejada por el priísmo y por el gobernador saliente, Silvano Aureoles, miembro de lo que queda del Partido de la Revolución Democrática. Y en Baja California Sur el PAN estaría de plácemes por el triunfo de Francisco Pelayo y el fracaso del morenista Víctor Manuel Castro.
Claro está que las cuentas monrealistas tienen su propia carga de intención. Ya el senador coahuilense Armando Guadiana lo destapó en estos días como precandidato presidencial, y cada vez es más frecuente la relación del monrealismo con el partido Fuerza por México, que sería su plataforma de lanzamiento si en Morena vuelven a cerrarle las puertas, como sucedió en 2018, cuando la candidatura a gobernar la Ciudad de México le fue asignada a Claudia Sheinbaum y no al zacatecano que creía tener derecho pleno a ella.
Por lo demás, es evidente que nada es seguro en algunos estados en los que el profeta Ricardo adjudica triunfos morenistas. Esas entidades son: Sonora, Baja California, Colima, Guerrero, Nayarit, Sinaloa, Tlaxcala y Zacatecas. ¡Hasta mañana!
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