Los videntes económico-financieros –que suelen no ser atinados en sus pronósticos– han puesto a trabajar sus respectivas bolas de cristal y de días atrás circula cualquier cantidad de estimaciones, cálculos, vaticinios, profecías y conexos sobre qué será de la pospandémica economía mexicana, aunque todos ellos coinciden en que el producto interno bruto (PIB) reportará un buen crecimiento a lo largo del presente año.
Para nadie es un secreto que la pandémica sacudida enterró hasta los pronósticos más aterradores sobre el comportamiento económico del país, porque profundizó la caída económica mundial observada desde mediados de 2018 y rompió cualquier estimación al respecto. Algo similar –pero nunca en la misma proporción de la crisis actual– sucedió en la emergencia sanitaria de 2009, que comparada con la actual –sin minimizar el efecto negativo que tuvo– fue un parpadeo, con todo y que en aquel entonces el secretario general de la OCDE, el tamaulipeco José Ángel Gurría, subrayaba que la economía mexicana era “un desastre” y “el daño es enorme”.
En 2009, oficialmente, el PIB se desplomó 6.5 por ciento, pero en 2010 registró un avance de 5.5 por ciento, lo cual no alcanzó a cubrir el agujero del año previo. En 2020, el producto cayó 8.5 por ciento y se espera -–de acuerdo con algunos videntes– que en 2021 el crecimiento sea de 6.5 por ciento, en el mejor de los casos, con lo que tampoco se taparía el cráter.
Pero bueno, videntes sobran y en materia de pronósticos hay de todo y para todos. La misma OCDE estima que en 2021 la economía mexicana crecería 5 por ciento (tres meses atrás sostuvo que no pasaría de 4.5 por ciento), aunque otros apuestan –como si se tratara de una carrera de caballos– por proporciones más limitadas (3-3.5 por ciento). Lo cierto es que México dejó atrás la recesión, mejoran los principales indicadores y el programa nacional de vacunación avanza sostenidamente, con lo que los sectores productivos comienzan a “liberarse” para seguir en lo suyo.
En este tenor, la bola de cristal de la Secretaría de Hacienda revela que en 2021 el crecimiento del PIB sería del orden de 6.5 por ciento (contra 5.3 por ciento de su estimación previa), en el entendido de que el despegue se dará “antes de lo esperado”, de acuerdo con Gabriel Yorio González, subsecretario del ramo, quien detalló que el nuevo pronóstico “se basa en que durante los dos meses pasados la recuperación de la actividad económica ha ido mejor a la estimada, y a ello abona la reapertura de escuelas y el crucial proceso de vacunación”. De cualquier suerte, expuso, las políticas públicas deben orientarse a la protección social y al fortalecimiento de las finanzas públicas “con la inclusión de criterios de progresividad y sustentabilidad en los marcos fiscales y a dar incentivos para el sistema de cuidados”.
En vía de mientras, la propia Hacienda divulgó el resultado de las principales variables económicas al cierre de abril pasado, las cuales, subraya la dependencia, “han mejorado sustancialmente debido a la reapertura económica e implementación del Programa Nacional de Vacunación. Así, los ingresos públicos totales alcanzaron un máximo histórico de 2 billones de pesos, en comparación con el mismo periodo de enero-abril (excluyendo los remanentes de operación del Banco de México de 2016 y 2017, debido a que estos no se generan por actividad recaudatoria)”.
Los ingresos del gobierno federal resultaron superiores a lo originalmente programado en 112 mil 400 millones de pesos. Además, los ingresos tributarios (vinculados a la actividad económica) fueron mayores en 22 mil 500 millones de pesos (excluido el IEPS de combustibles). Las participaciones a los estados aumentaron 19 mil millones de pesos. De acuerdo con Hacienda, el costo financiero de la deuda disminuyó 22 mil 800 millones respecto de lo programado, y 15.6 por ciento en términos reales, si se compara con el periodo enero-abril del año previo. Las amortizaciones de deuda externa de mercado bajaron 69 por ciento.
Las rebanadas del pastel
Si de “productividad” se trata, ahí están los cancerberos de la oligarquía, los jueces Juan Pablo Gómez Fierro y Rodrigo de la Peza, quienes trabajan horas extras para no dejar pasar cambio alguno en el sector energético, por mucho que el Congreso aprobó todas las modificaciones que ahora, en nado sincronizado y a la velocidad de la luz, los “árbitros” bloquean.