Guerrero es un estado que lleva años bajo la lupa de la opinión pública, principalmente por la desaparición de los estudiantes de la normal de Ayotzinapa, pero hay muchas otras historias dolorosas que permanecen a la sombra y que el escritor Vicente Alfonso (Torreón, 1977) recupera en su libro A la orilla de la carretera. (Crónicas desde Chilpancingo).
Editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), ese trabajo obtuvo el Premio Bellas Artes de Crónica Literaria Carlos Montemayor en 2018 y ahora se encuentra disponible en las librerías del país (para la compra en línea en este link: https://bit.ly/2PUvM5s).
Los relatos “no pretenden dar respuestas o explicaciones sobre lo que ocurre en esa entidad, sino generar un montón de preguntas, porque somos poco empáticos. Ante lo que más nos duele volteamos la mirada para otro lado o nos acostumbramos, y esa es una actitud francamente vergonzosa, me incluyo en ello”, explica el autor en entrevista con La Jornada.
El escritor advierte que hay que tener en cuenta que “uno de los riesgos de dedicarse a escribir es que se apuntala demasiado la visión del mundo en los libros, en la letra impresa, y no debe ser así. Cuando recorrí la sierra de Atoyac quería leer las historias que sobre ella se han escrito, pero me di cuenta y asumí que lo narrado por Carlos Montemayor en Guerra en el paraíso no son fabulaciones, sino capítulos muy oscuros de nuestra historia, realidades dolorosas que intentaron ser borradas; eso es lo peor de asunto.
“Entonces, aprendí la honestidad. Como cronista se tiene que ser honesto desde donde le hablamos al lector, por eso decidí decirle: ‘no sé mucho, pero si nos enfrascamos en esto, si me acompañas en la lectura, vamos a ir descubriendo y explorando juntos’.
“A veces, por una suerte de malentendido, parece que nos volvemos cronistas, porque sabemos demasiado sobre un tema y debemos ser guías. No es así. Hay que acercarse con humildad a la realidad, reconocer cuando uno no sabe; ese es el primer paso para comprender realidades que son distintas. Es una lección que nos da Elena Poniatowska en su novela sobre Jesusa Palancares (Hasta no verte, Jesús mío), y es el aprendizaje que me dejó escribir A la orilla de la carretera: reconocer que uno tiene que saber quitarse sus prejuicios para acercarse de la manera más empática posible a la realidad del otro.”
El autor toma la corrupción y la violencia como ejes de sus crónicas, para hablar de pobreza, guerra sucia, desaparición forzada, deficiencia en la prestación de servicios de salud y educación, así como las formas en que la población se organiza para enfrentar esos problemas; son situaciones que conoció durante los dos años que vivió en Chilpancingo.
Entidades violentadas
El libro es también un recorrido profundo tras las huellas de Carlos Montemayor, quien a mediados de los años 80 visitó la sierra guerrerense para documentar lo que ahí pasaba a través de una novela “que literalmente cambió la historia de nuestro país. Si dio a conocer su relato bajo la etiqueta de ‘novela’, fue porque en el México de los años 90 no podías publicar un libro con realidades tan abrumadoras sin correr riesgos. De hecho, Guerra en el paraíso le acarreó bastantes problemas.
“Ahora, mi viaje por esos mismos ‘caminos del sur’ me hizo descubrir lo que él decía: que Guerrero, Tamaulipas o Coahulia no son estados violentos, sino entidades violentadas. Es decir, la violencia de Estado es la que genera la violencia popular, es la tesis que él propone en sus libros.
“Hay muchos malentendidos acerca de lo que ha pasado y pasa en Guerrero; quedarnos con las versiones telegráficas nos hace daño. Hay que reconceptualizar nuestra idea de lo que allá sucede, porque, si llegamos a esas comunidades y juzgamos lo que vemos a partir de lo que vivimos en nuestros entornos, nos estamos metiendo una zancadilla.”
Además del lanzamiento de A la orilla de la carretera. (Crónicas desde Chilpancingo), el autor celebra haber obtenido el pasado 13 de mayo el Premio Nacional de Novela Élmer Mendoza que otorga la Universidad Autónoma de Sinaloa por su libro La sangre desconocida, galardonado por “presentar una estructura compleja y novedosa con múltiples voces narrativas y que refleja en su historia la realidad del país durante las décadas recientes”, dijo el jurado.
“Es justamente la novela que suspendí cuando comencé a escribir las crónicas, la cual empecé hace muchos años, pero estaba metida en un cajón.
“Hacer las crónicas y abrir los ojos durante mis recorridos por las comunidades de la sierra de Guerrero me ayudó a dar a los personajes de mi novela un perfil distinto, justo para reflejar que vivimos en un país muy plural”, concluyó el escritor.
Vicente Alfonso proviene de una familia de mineros y fue educado por jesuitas. Es autor de Huesos de San Lorenzo (Tusquets, 2015, Premio Internacional de Novela Sor Juana Inés de la Cruz), Partitura para mujer muerta (Mondadori, 2009, Premio Nacional de Novela Policiaca) y Contar las noches (UACM, 2012, Premio Nacional de Cuento María Luisa Puga).