Para Susana Yolanda Martínez, prácticamente todos los días son iguales: de cuidar durante la mañana entera a su madre, pasa sin escalas a cuidar su propia casa durante la tarde y la noche, con un tiempo mínimo para dedicarse a sí misma o pensar en la búsqueda de un trabajo remunerado. Y así, semana tras semana…
“Mi mamá tiene Alzheimer, y como vivimos muy cerca, desde las 7:30 de la mañana me paso con ella para cuidarla. No es tanto el tiempo, sino ver que no se caiga, que no agarre nada. A las tres de la tarde llega mi hermana, la que solventa los gastos de mi mamá, y ya me dedico a mi casa. Se me va todo el día en eso y la mayoría de los días es así”, cuenta a La Jornada.
El ser la única que no tiene un empleo pagado en su núcleo familiar hace que Susana asuma casi por completo esta labor de cuidados.
“Ahorita no tengo tiempo para mí o es muy poco; si es una hora al día, es mucho. Para buscar trabajo, tampoco, porque mi tiempo se lo dedico mucho a mi mamá. Hay veces que la cuido desde la mañana hasta la noche, y es cuando me voy a mi casa a dormir”.
Un caso similar es el de Lourdes Ponce de León, quien a diferencia de sus familiares varones, destina hasta el 60 por ciento de su tiempo al aseo de su hogar y al cuidado de su padre y sus dos hijas. Esas actividades ha logrado compaginarlas con la venta de ropa, a la cual le dedica algunas horas cuando el día es propicio.
Aunque ha combinado bien sus ingresos como comerciante y la pensión económica que le da su ex pareja, Lourdes afirma que “claro que buscaría” algún trabajo que le reporte más dinero, porque “siempre nos hacen falta más cosas”. Por la imposibilidad de hacerlo, y por el efecto sicológico de pasar mucho más tiempo en casa, sigue pensando que el costo a pagar por dedicarse mayormente a su hogar y su familia es muy alto.
“Los hombres se enfocan más a trabajar para traer el sustento al hogar, ya llegan cansados y no quieren hacer nada. ¡Al contrario, quieren que todo les hagan! Pero una como mujer tiene que trabajar, asear, dar de comer, lavar, ¡todo! Una no puede cansarse, aunque invierta más tiempo y más esfuerzo, más todo”, lamenta.
Los estereotipos de género, “una barrera” para la inserción laboral.
Los anteriores son dos botones de muestra de cómo los estereotipos de género impiden una mayor participación laboral remunerada por parte de las mujeres, y cómo son ellas las que más han padecido los estragos económicos de la pandemia de Covid-19.
Un estudio reciente del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), titulado “La vacuna contra la desigualdad”, indicó que, desde el inicio de la pandemia, 34 por ciento de las mujeres fueron “expulsadas” de su trabajo, frente a 26 por ciento de los hombres.
De igual forma, la más reciente Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo reveló que, al cuarto trimestre de 2020, había 4.1 millones de personas disponibles para trabajar, pero no lo hacían por tener que dedicarse al cuidado de sus familiares. El 85 por ciento de ellas eran mujeres, “por lo que la carga de cuidados constituye una barrera para reinsertarse” al trabajo, destacó el análisis del CIEP.
Además del efecto en la pérdida de empleos, señalaron los autores del documento, se encontró que, en términos relativos, en el cuarto trimestre de 2020, el ingreso de los hombres ocupados era aproximadamente 1.2 veces mayor al de las mujeres.
Por otra parte, la organización indicó que entre el primer y cuarto trimestre de 2020, “se reportó un incremento de 159 mil mujeres no disponibles para trabajar, lo cual se relaciona con el aumento de la participación de mujeres y niñas en el trabajo no remunerado y las tareas domésticas y de cuidados que aumentaron a raíz de la pandemia”.
Lo anterior, debido a que “las creencias sexistas tradicionales dan por hecho que ellas son quienes tienen que ocuparse de estas labores. […] Cuando los sistemas de salud tienen una alta demanda, hay cierre de escuelas y guarderías, y la atención en el hogar se incrementa, siendo en muchos casos una carga invisible para las mujeres”, resaltó el CIEP.
En promedio, señaló el informe, “las mujeres asumen el triple de horas (39 horas semanales) de trabajo de cuidado no remunerado, pues los hombres se responsabilizan de 13 horas semanales”.