Los elementos de degradación fiscal de los Estados auspiciados por el neoliberalismo –reducción de las tasas del impuesto (ISR) a las utilidades de las empresas y al alto ingreso de las personas, menor captación por ISR, un fuerte endeudamiento público para compensar ingresos no percibidos y una concentración obscena (como se ha calificado atinadamente) del ingreso de los hogares en 10%, 1% y 0.001% más rico– finalmente han desembocado en un desorden fiscal global de países compitiendo entre sí por arraigar o atraer a empresas con el ruinoso incentivo de pagar menos impuestos, desregulación, permisividad, paraísos fiscales que proliferan como hongos parasitarios, una enorme sobreliquidez depredadora y una debacle de penuria fiscal global de la que pocos países se salvan.
Es por ello que la iniciativa del presidente Biden para que Estados Unidos recupere al menos a 28% la tasa de impuesto a la renta (utilidad) empresarial, del 21% a que fue reducida por su antecesor y del 35% prevaleciente hasta 2017, es un signo alentador, así como su propuesta a los países del G-20 de establecer una tasa mínima general para este impuesto, tentativamente de 28%, iniciativa que fue respaldada por el FMI y otros organismos. También se propone elevar la tasa máxima para los muy altos ingresos personales a cerca de 52%.
Amplia es la razón que asiste a este último planteamiento. Estados Unidos bajó su tasa máxima de ISR a los ingresos personales más altos de 46.7% en 2000 a 43.7 actual, con lo que en 2019 captó 10.1% de su PIB (Reporte anterior Gráfico 2). Con una tasa máxima más alta, Finlandia 51.1% capta 12.2% de su PIB, Canadá 53.5 capta 12.2, Dinamarca 55.9 capta 24.3 y Suecia 57.2 capta 12.2. México, en las antípodas del atraso, tiene una tasa máxima de 35% y apenas capta 3.4% del PIB.
De vital importancia es apoyar todos los esfuerzos para recuperar y mejorar la fiscalidad global, pugnar por una tasa uniforme mundial para el ISR a empresas (idealmente de 33-35% de las utilidades, como promediaba en el año 2000), y combatir frontalmente los paraísos fiscales.
Estos paraísos iniciaron desde hace casi un siglo como centros financieros de alta confiabilidad, secrecía y hermetismo, con el anonimato de cuentas numeradas que lo mismo ocultaban fortunas legales e ilegales; caso emblemático sería Suiza. Fue sin embargo la globalización neoliberal la que disparó la proliferación (hay docenas actualmente) de los nuevos paraísos a los que concurren con oficinas de enlace y/o formales todos los bancos, corporativos globales, y agencias financieras y comerciales (muchas fantasma) de toda índole. Se puede decir que 99% de los recursos que ahí concurren son de origen ilegal, derivados de fraudes, robos, cohechos, tráfico de drogas, armas, personas...; son la sede de la megadefraudación fiscal global vía facturación falsa (alterada) del comercio corporativo e intracompañía para evadir/eludir impuestos en los países de origen y destino de los bienes y servicios (muchas veces inexistentes). Así, anonimato, ocultamiento, falsificación de facturas, lavado de dinero y defraudación fiscal en gran escala constituyen la razón de ser de estos paraísos sin impuestos ni controles, creados, multiplicados y sostenidos por el capitalismo global, y según se ve intocables por la complicidad evidente de los gobiernos y naciones a los que defraudan. Son una megacriminalidad perfectamente organizada y tolerada de tal magnitud que minimiza todo esfuerzo de fiscalidad justa y efectiva. Por salud mundial estos enclaves deben desaparecer. Por lo pronto ninguna nación debería aceptar facturas y operaciones de estos paraísos, sino sólo de los países productores.
En México, con un excedente económico (utilidades) de 49.5% del PIB (Gráfico 5) y una tasa de ISR de 30% a dichas utilidades, el fisco debería estar captando cerca de 15% del PIB, pero capta 3.3%, y por el ISR al ingreso de las personas físicas si tan sólo el decil X (10%) de los hogares más ricos pagaran el 35% vigente, el fisco captaría cerca de 3.5% del PIB y si los deciles VII, VIII y IX pagaran un 20% promedio, se captaría 2.2% del PIB, esto es, 5.7% en los cuatro deciles contra una captación real total por este ISR de 3.4%.
Hay avances sin duda, pero ínfimos si consideramos que México tiene potencial para al menos duplicar su captación con los corporativos evasores y con una tasa de hasta 60% para 0.001% que concentra en desigualdad enormes ingresos y riqueza. Entonces hablaremos de equidad y desarrollo.
UNIDAD TECNICA DE ECONOMIA S.A de C.V. Ciudad de México Tel/fax 555135 6765 unite@i.com.mx