La literatura, “más que ver lo invisible, es para ver lo oculto por lo visible, lo misterioso que hay en lo normal. Las personas normales son las más raras del mundo”, expresó el novelista español Juan José Millás durante la conferencia La prótesis de la imaginación y la literatura en la vida.
En conversación con José Gordon, en El Aleph Festival de Arte y Ciencia, Millás se dijo “más producto de la imaginación que de la realidad”, pues siempre le ha interesado “de qué manera lo irreal interviene en lo real, lo imaginario en lo no imaginario”.
Recordó que en su infancia creyó que tenía un hermano recluido en el cuarto del fondo. “De mis ocho hermanos, el que más me ha influido es Alfonso, el que no existía. Me daba miedo que me dijera algo desde las tinieblas”.
El narrador sostuvo que “las realidades imaginadas, que son realidades también de otra categoría, de otro registro, tienen la capacidad de modificar el mundo, la realidad y de mover la trayectoria de una vida. Estamos llenos de prótesis síquicas”.
“Esto es muy curioso porque uno entiende bien las prótesis físicas, pero el territorio del alma es invisible, sin cartografiar. Ese mundo invisible que llamamos sique, mente y alma está lleno de ortopedias, y por eso hay personas que han tenido un padre muy liberal y se han construido uno más rígido porque necesitan o al revés.”
Su visión de identidad
Juan José Millás explicó que ve la “identidad como una cuestión muy frágil, muy protésica, una versión con la que hay que vivir, porque necesitamos una subjetividad, un yo, pero este yo que me habita me extraña porque lo han construido los otros, una educación que a mí me extraña, unos afectos que a mí me extrañan. Observo la realidad desde ese yo y creo en él, pero no me fío de él”.
Agregó que la identidad es tan frágil que se pierde antes de morir. “Uno se pasa la mitad de la vida construyendo un Juanjo, pero hay un momento en que uno empieza a dejar de ser ese Juanjo. Del mismo modo en que hemos construido una identidad, esa identidad se va deconstruyendo, debilitando, quizás al ritmo del que se debilita o deteriora el cuerpo.
“Yo creía cosas que ya no creo, relativizo otras que antes no, o creía en verdades absolutas en las que ahora no creo. Desde los 50 años para acá mi identidad se ha ido trasformando y, en cierta medida, se ha ido perdiendo.
“En la medida que envejezco esa identidad se va fragilizando, sobre todo porque cada vez la percibo más como una prótesis, como algo artificial.”
El también periodista añadió que “el humor es un género literario, pero como todo género nunca es puro. Me gusta aquél que busca el humor no de manera directa, sino que es un efecto secundario de su modo de mirar el mundo.
“La risa, en mi caso, no está buscada; es un efecto colateral de mi modo de acercarme a la realidad y yo utilizo las herramientas que garantizan el humor, que son la ironía y el pensamiento paradójico. Si tú te acercas a la realidad desde cómo los seres humanos somos tan contradictorios, cuando lo pones al descubierto nos damos risa.”
En torno a la literatura, Juan Millás parafraseó a su padre, creador de aparatos quirúrgicos: “La escritura abre heridas que cauteriza en el momento mismo de abrirlas. Es un bisturí”.
Sostuvo que “la hoja es como un espejo de dos caras. En uno se mira el escritor y se siente como cuando se mira en el espejo, un territorio, orgánico, articulado, y reduce a unidad los fragmentos de su existencia; en otra se mira el lector y ocurre lo mismo: también lo fragmentario se une”.