Esta bestia que habitamos, un caso del Járcor es “una novela que intenta retratar de qué manera opera la policía, con sus grandes fallos y algunos aciertos; la novela policiaca mexicana siempre ha estado vinculada a la izquierda; entonces, los agentes que aparecen suelen ser retratados como monstruos, hay gran desconfianza y no he querido hacer, en ningún momento, una apología, pero sí darles una dimensión humana”, afirmó Bernardo Fernández, Bef, sobre su relato más reciente, publicado por Editorial Océano, la quinta entrega de un ciclo que empezó con Tiempo de alacranes, por la cual recibió el Premio Nacional de Novela Negra en 2005, y en 2006 el galardón a mejor primera novela policiaca de la Semana Negra de Gijón.
“Provengo de los cómics; esa es mi cuna”, indicó en entrevista el creador de narraciones en prosa e historieta. “Pero siempre me chocó esta tranza que hace (la editorial estadunidense de cómics) Marvel de tener todo interrelacionado, que te obliguen a leer todos los títulos para saber qué está pasando; de modo que mi táctica fue que, a pesar de que cada relato está vinculado con los otros de la serie, que son los mismos personajes y hay una continuidad, que cada novela se pueda leer de manera independiente o, incluso, que las puedas leer en desorden.”
Esta bestia... presenta las peripecias de Ismael Robles, El Járcor, policía judicial compañero de patrulla de Andrea Mijangos, la protagonista de la serie Alacranes, “que ha resultado muy carismático y popular entre los lectores. Originalmente, Esta bestia... iba a ser la siguiente aventura de Mijangos, en su enfrentamiento con (la lideresa del crimen organizado) Lizzy Zubiaga, y yo había pensado en una idea que me dio el difunto Francisco Haghenbeck (1965-2021): una historia sobre terrorismo global y crimen organizado en México, una cosa de narcos y terroristas en la frontera, porque, ¿quiénes tienen el mejor know-how para meter una bomba nuclear por la frontera que los narcos?”, explicó.
Dibuja cómics con palabras
“Pero cuando vino la pandemia por Covid-19, el mapa geopolítico se trasformó de tal manera que el relato ya era totalmente irrelevante, y decidí concentrarme en esta, en la historia del gotero (ladrón que adormece a sus víctimas haciéndoles beber gotas oftálmicas), que mata accidentalmente a un tipo que resulta estar metido en un escándalo de corrupción, un poco hablando de esta transición que hemos tenido hacia un gobierno de izquierda, y además retomando a los publicistas que aparecen en la novela Bungalow 77, de mi amigo Érick De Kerpel, quien me dio permiso de hacer con ellos lo que quisiera, y me los llevé hasta la cocina”.
Bef se definió a sí mismo como “narrador. Cuento historias, he tenido el privilegio de poder hacerlas dibujando y escribiendo. Cuando las historias se me aparecen, unas me indican que tienen que ser dibujadas, y otras que deben ser escritas. Hacer novelas ha sido como dibujar cómics con palabras. Uno, porque es más rápido y fácil de publicar; no es que una cosa sea más fácil que la otra, pero si en una historia se estrella un avión, al menos el acto mecánico de escribirlo es casi instantáneo, mientras dibujar una aeronave que se estrelló me toma ocho o 16 horas”.
Adelantó que actualmente prepara “dos novelas gráficas, una para niñas chiquitas, que es como un cuento de hadas punk, y me quiero regalar –porque el año próximo llego al tostón, a los 50 años de edad– un cómic de ciencia ficción sin palabras, mudo, pues siempre he pensado que las historietas que no tienen palabras son la crema de los cómics, al ser pura imagen”.