El enfrentamiento palestino-israelí ha dejado de centrarse en Gaza y se ha trasladado también a otros frentes: Jerusalén, Cisjordania y el propio Israel, y en cualquiera podría empezar una nueva ronda de violencia, afirma Patrick Cockburn.
Resumo su artículo: el brutal asedio de Gaza parecía haberla aislado por completo, Cisjordania estaba despedazada en bantustanes y cada vez más llena de colonias israelíes, Jerusalén rodeada y cada vez más “despalestinizada”; mientras, los palestinos de Israel seguían siendo una minoría resentida, pero impotente. Palestina había dejado de formar parte de la agenda internacional.
Fue todo un milagro. La última guerra de Gaza puede parecer similar a las tres anteriores entre 2008 y 2014, pero su importancia es mucho mayor porque ha liquidado la política Trump-Netanyahu. La antigua crisis israelí-palestina ha regresado, mucho más emponzoñada y generalizada que antes. Una novedad amenazadora de la misma es el hecho de que los palestinos de Israel salgan a las calles para demandar igualdad y el fin de la discriminación. Los colonos israelíes de Cisjordania han regresado a Israel para ponerse a la cabeza de manifestaciones antipalestinas.
Esto no significa que el equilibrio de poder entre Israel y los palestinos se haya inclinado de repente a favor de los últimos. Al contrario, uno de los obstáculos para convencer a los israelíes de que deben comprometerse con los palestinos es que no creen que exista la necesidad de hacerlo.
El reciente alto al fuego entre Israel y Hamas marca el inicio de un periodo de inestabilidad acentuada. Daniel Levy considera que Israel se encuentra en un estado de crisis permanente porque no tiene una solución militar para Gaza/Hamas, mientras sus líderes derechistas están bloqueados por obsesiones ideológicas y son incapaces de abrir opciones diplomáticas.
La idea de debilitar a los palestinos fragmentándolos ha resultado contraproducente. Ahora los dirigentes israelíes tendrán que lidiar con cuatro versiones diferentes de la crisis, cada una de las cuales puede, como el coronavirus, convertirse en la cepa dominante y detonar una nueva explosión (https://n9.cl/idwec).
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