La rumba congoleña aspira a ser el tercer elemento de África Central en obtener la declaración Patrimonio de la Humanidad, tras la inclusión de las tradiciones orales de los pigmeos aka de la República Centroafricana y la danza ritual del tambor real burundés.
la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), ya acusó recibo en 2020 de la candidatura conjunta presentada por los dos países que llevan ese sonido en su tradición: la República Democrática del Congo (RDC, antiguo Congo Belga) y la República del Congo o Congo-Brazaville (antiguo Congo Francés).
La candidatura está, pues, en manos de la Unesco y los dos países esperan una decisión que podría adoptarse el próximo diciembre.
“Esta es la etapa más difícil, donde hay técnicos que apreciarán a fondo esta demanda. Entonces llegará la opinión del comité intergubernamental, integrado por diplomáticos. La rumba congoleña ya ha sido reconocida como patrimonio nacional”, dice el profesor Lye Yoka, presidente de la comisión de la promoción de la rumba.
“Elegimos la rumba porque, para nosotros y para muchos practicantes, es un elemento excepcional que tiene historia. Una historia fuerte, una historia que es muy indicativa de lo que hemos sido, lo que somos y lo que podríamos ser”, explica el profesor. La rumba congoleña, que nace de la fusión del son cubano y ritmos congoleños, se originó en la cuenca del Congo durante los años cuarenta del pasado siglo y en las décadas de 1960 y 1970 ganó una enorme popularidad en todo el continente africano que perdura hasta la actualidad.
Esos sonidos llegaron a Léopoldville (actual Kinshasa) gracias al establecimiento de las primeras estaciones de radio y de los estudios de grabación en el Congo Belga, de donde salieron artistas como el mítico Joseph Tshamala Kabasele, conocido como Le Grand Kallé y líder de la banda African Jazz.
La canción Indépendence Cha Cha, de Kabasele, fue el mayor éxito que influyó en el continente africano y atravesó los océanos en el momento de las independencias africanas. Este tema fue compuesto e interpretado por primera vez en 1960, el llamado Año de África, para celebrar la inminente independencia del Congo Belga.
Pese a estar cantado en lingala (idioma de los kinois, habitantes de Kinshasa, capital de la RDC), Indépendence Cha Cha se convirtió en un himno de los países africanos que accedieron a la soberanía internacional y en una gran influencia musical.
“La rumba es muy fuerte”, comenta Yoka, también director general del Instituto Nacional de Arte (INA) de Kinshasa, al evocar, por ejemplo, que Tabu Ley Rochereau, uno de los grandes nombres de este género musical, “fue el primer músico africano negro en tocar en la sala de conciertos Olimpya de París”.
La rumba congoleña no sólo sigue siendo la reina de los clubes nocturnos y los grandes actos africanos, sino que se ha abierto camino en Europa e incluso en Japón gracias a estrellas clásicas como Papa Wemba (el Rey de la Rumba Rock africana), Manu Dibango y Koffi Olomide; o artistas más jóvenes como Fally Ipupa, quien se hace sentir con su música vigorosa en todos los actos culturales de Africa.
El estreno, el pasado 6 de mayo del documental The rumba kings en el Festival Doxa de Vancouver ha dado un particular impulso a la solicitud de que la rumba congoleña sea considerada como patrimonio de la humanidad.
La película, del director peruano Alan Brain, quien trabajó para la ONU en Kinshasa durante varios años, traza el curso de la historia de esta música remontándonos a los años cruciales que precedieron el acceso del Congo a la independencia hasta el momento de su emancipación.
Con la ayuda de imágenes de archivo que muestran diversos ambientes y momentos de la época dorada, Alan Brain narra la historia de la sociedad congolense y su música. La cinta incluye entrevistas con leyendas de la rumba congoleña, historiadores y expertos musicales, así como actuaciones relevantes de importantes bandas: Tabu Ley, Léon Bukasa, Orchestre Veve, African Fiesta, OK Jazz, Wendo Kolosoy y Zaiko Langa Langa entre otros exponentes de los ritmos magnéticos de la rumba congoleña.
Alan Brain ha hecho un buen trabajo, todo un documento histórico, que bien puede ayudar a que la Unesco decida a favor de la candidatura de la rumba congoleña como patrimonio de la humanidad.