El problema no reside en qué sistema político adopte un país sino en el compromiso de sus habitantes para que con inteligencia, unidad y objetivos claros éste se aplique y fortalezca, beneficiando a los más.
Luego de varios sexenios en que la políticamente marginada fiesta brava de México lejos de mejorar ha ido de mal en peor ya desde antes del neoliberalismo, y que el tema taurino no merece propuesta alguna por parte de los aspirantes a cualquier hueso o puesto, bueno es preguntarles su parecer a cerca de tan espinosa cuestión.
No sólo porque en la administración de Óscar Espinosa en la jefatura del entonces DF el presidente Ernesto Zedillo expidió un nunca observado pero reformado reglamento taurino para la Ciudad de México, donde las leyes se expiden para ser cumplidamente violadas, sino porque entre modernidades y antecedentes taurinos históricos, aludir al hoy subtema tiene sus riesgos y más cuando se aspira a cualquier puesto que aproxime al poder.
¿Qué antecedentes históricos? Bueno, individuos como Hernán Cortés, varios virreyes, Ignacio Allende, Antonio López de Santa Anna, Porfirio Díaz y Victoriano Huerta fueron entusiastas aficionados al sanguinolento espectáculo, al igual que Hidalgo, Bustamante, Madero, Obregón, Calles y los López, Mateos y Portillo, si bien esta afición no incidió en su visión ni en su desempeño político.
¿Por qué subtema? Porque la fiesta de los toros, a pesar de 495 años de tradición mexicana ha dejado de interesar a amplios sectores de la sociedad y por ende no cae dentro de los temas de los candidatos a lo que sea, tales como democracia, soberanía, crecimiento económico, empleo y seguridad. Hasta donde se sabe, salvo algunos aspirantes del decadente PRD y del naciente Fuerza por México, el resto de los actuales candidatos a cargos de elección popular no han externado simpatía, indiferencia o repulsa por el otrora apasionante espectáculo y su importante derrama económica.
En cualquier caso, bueno sería que los ciudadanos, aficionados o no, conocieran los puntos de vista de los aspirantes sobre la llamada fiesta brava, tan incomprendida, vilipendiada y peor organizada en las pasadas décadas, luego de haber sido atractivo espejo nacional y competitiva expresión internacional del ser y del sentir mexicanos en los ruedos.
Aquí un breve cuestionario a los contendientes a cargos de elección popular, agradeciendo de antemano la atención que algunos o casi ninguno se sirvan prestar al mismo. Sus respuestas pueden enviarlas por twitter a @fiespaz:
1. Su opinión de la fiesta brava. 2. Su parecer sobre casi 500 años de tradición taurina en México. 3. ¿Esta tradición refleja un modo de ser y de sentir del mexicano o es mero trasplante de otra costumbre española? 4. ¿Los niveles de organización, calidad y competitividad de la fiesta de toros reflejan los grados de organización, calidad y competitividad del país? 5. ¿Esta tradición beneficia o perjudica a la economía, al empleo, al turismo a la captación de impuestos y a la identidad del país? 6. En caso de ganar, ¿apoyaría la fiesta brava de México como valor cultural, la prohibiría o la dejaría tal como ha estado desde hace tres décadas?
Más que respuestas medianamente enteradas, lo que se está solicitando es una postura inteligente que muestre elemental respeto por el electorado antes que por los autorregulados taurinos y los indefensos aficionados. Ahí sabrán si responder les conviene o no, pues de ahora en adelante la conveniencia será su criterio a seguir luego de las próximas elecciones.