Los resultados electorales del 6 de junio pueden terminar decepcionando a todos. Unos esperaban casi carro completo, otros una derrota contundente del obradorismo. Ambas expectativas son poco probables, pero sirven para generar la energía que se requiere en campañas electorales.
Con los pies en la tierra. Basados en las tendencias electorales que se conocen hasta el momento, parecería que Morena y sus aliados ganarán la mayoría simple en la Cámara de Diputados, así como entre 7 y 9 gubernaturas de las 15 que están en disputa. La oposición alcanzará cerca de 40 por ciento de los curules y obtendrá en su conjunto entre 6 y 8 gubernaturas, entre ellas las que tiene el PAN en BCS, Chihuahua y Querétaro.
El espacio municipal. Pero el pluralismo electoral se expresará aún con más fuerza en alcaldías y municipios donde se reveló, en las elecciones de 2018, una diferenciación del voto mucho mayor. En resumen, de los mil 598 municipios disputados en México durante 2018, 347 fueron ganados por Morena o por su coalición (21.7 por ciento del total). Es previsible que esta fragmentación acicateada además, por el crimen organizado, continúe.
El punto ciego. En mi artículo La gobernabilidad realmente existente, publicado en un libro conjunto coordinado por Blanca Heredia y Hernán Gómez ( 4T: Claves para decifrar el rompecabezas, Grijalbo, 2021) señaló que el énfasis en los pobres y excluidos como el centro de la narrativa no significa que jueguen como los actores centrales de la transformación. Aquí nos encontramos con un abigarrado conjunto de pequeños grupos luchando por causas específicas y que tienen endebles formas de organización e interlocución. Están presentes en casi todos los espacios locales y constituyen el capital social potencialmente mas decisivo en un proceso real de transformación del Estado mexicano.
Las reformas de AMLO. La oferta política de los tres partidos coordinados por medio del lema Vamos por México consiste en detener a AMLO. Y uno se pregunta: ¿detenerlo en qué? Yo creo que tanto en su narrativa como en algunas de sus iniciativas políticas se perfilan tres grandes reformas que impulsaría: la política, la energética y la fiscal. Mientras la energética supondría regresar a la situación previa a la reforma de Peña Nieto –un tanto parecido a lo que ocurrió en la reforma educativa–, en las otras dos se vislumbran cambios mayores.
La reforma política. Conjeturo dos grandes cambios en la reforma política que impulsaría AMLO: reducir considerablemente las prerrogativas a partidos y, probablemente, reducir el número de diputados y senadores. Ambas ya pregonadas desde hace tiempo también por PRI y PAN, tienen una amplia aceptación entre los ciudadanos y los medios. Ojalá implicara también eliminar del INE muchas de las funciones punitivas y de monitoreo. Sobre el Tribunal Electoral los mayores cambios deben ser del personal directivo, aunque la discusión sobre la pertinencia de mantener una doble vía con la Suprema Corte debe discutirse nuevamente. El cambio mas deseable en la reforma política sería abrir el registro de nuevos partidos sobre la base que sea el voto ciudadano el que decida si se mantienen o no como partidos, si reciben o no prerrogativas, y si participan con representación legislativa.
La reforma fiscal. Le llamo fiscal porque tendría componentes tributarios, quizás también de diseño de gasto público, pero sería probablemente la mejor manera a través de la cual replantear la endeble y esquizofrénica relación de los estados y la Federación. Conjeturo que sería no sólo reforma fiscal, sino reforma del federalismo.
Esto es lo que percibo sobre la coyuntura nacional si AMLO y su coalición logra una mayoría simple y encuentran un camino para construir una mayoría constitucional. Visto así, hay muchas razones para apoyarlo de un lado y para oponerse del otro. Pero no siento que se esté poniendo en peligro la democracia.
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