El sionismo –aun en sus versiones proletarias que se originan en la lucha revolucionaria contra la Rusia zarista de principios del siglo XX, con el Partido Social Demócrata Judío Poalei Zion, con Ber Borojov como ideólogo y dirigente– constituye, en esencia, una ideología nacionalista que se propone la conquista y colonización de un territorio, en su caso, Palestina, imponiendo sobre su pueblo, un régimen racista, etnocida y genocida basado en la desposesión de tierras, recursos y propiedades, el desplazamiento forzado de población, la segregación y la represión permanente contra del pueblo palestino, que se constata en esta nueva escalada de violencia en los territorios ocupados y la franja de Gaza.
Precisamente, Ber Borojov, que hacía notar la importancia del territorio en la llamada cuestión nacional, como el espacio de trabajo y lucha de las clases trabajadoras, y base estratégica de su existencia, paradójicamente, proponía que el proletariado judío creara las condiciones necesarias para una colonización en territorios de países de “economía semiagrícola”, donde pudieran constituirse como grupo dominante, idea básica que exhibe la naturaleza colonialista del sionismo. En todo caso, no fue precisamente el proletariado el que llevó a cabo esa singular tarea de conquista y colonización de Palestina, sino los grupos oligárquicos y los poderes imperialistas que imponen el Estado de Israel, en 1948, y “olvidan” las múltiples resoluciones que mandatan la creación del Estado palestino.
El sionismo, como otras ideologías nacionalistas, mantiene un carácter expansionista como uno de sus rasgos distintivos. La historia de México, como nación independiente, está marcada traumáticamente por el expansionismo estadunidense de Estados Unidos en el siglo XIX. Las clases dirigentes de este país crearon, como lo harían los ideólogos sionistas un siglo después, el mito del “pueblo escogido” con un destino manifiesto, señalado por la Providencia. Con esta cobertura ideológica, las clases dirigentes estadunidenses se lanzaron a la conquista de los territorios mexicanos. Es extraordinaria la similitud que se da en el proceso expropiatorio sionista con los métodos seguidos por Estados Unidos en el robo de tierras pertenecientes a la población mexicana conquistada después de la llamada guerra del 47. Leyes y ordenamientos pasaron por encima del Tratado de Guadalupe Hidalgo y fueron impuestos para lograr el despojo de los mexicanos, quienes tenían que demostrar la propiedad de sus tierras ante tribunales que sistemáticamente dictaminaban contra sus legítimos dueños. Se obligó a una buena parte de la población de los territorios ocupados a abandonar sus posesiones con variados procedimientos de intimidación que provocaron, por cierto, no pocos movimientos de rebelión y resistencia, de tal forma que, en unas cuantas décadas, la mayor parte de las tierras estaban en manos de los “anglos” (https://cutt.ly/7niUShl).
La naturaleza capitalista del sionismo determina ese carácter expansionista. Éste es inherente al propio sistema y el ropaje ideológico es el que cambia y se transforma según necesidades. Lo mismo habría que señalar del racismo y la discriminación nacional del sionismo contra el pueblo palestino, e, incluso, contra sectores judíos de procedencia no europea o estadunidense. No ha habido históricamente fenómenos de formación de naciones capitalistas y procesos imperialistas de dominación que no conlleven violencia, racismo y discriminación, acompañando el despojo territorial, del mismo modo que mantienen invariable su esencia de explotación y de segregación social y nacional, que puede llegar, incluso, a políticas de exterminio.
El sionismo que se instala como política de Estado en Israel; sin embargo, se desarrolla en una etapa de mayor declive y decadencia del sistema capitalista, por lo que habría que destacar la especial virulencia en sus métodos y en sus procedimientos de colonización y ocupación de territorios de lo que fue Palestina. El sionismo, en su alianza estratégica con el terrorismo global de Estado, encabezado por Estados Unidos, resume de manera agresiva, las políticas genocidas del capitalismo y el imperialismo en el ámbito planetario. Es el discípulo ejemplar y avanzado de Estados Unidos en Medio Oriente y en numerosos países en los que Israel presta sus servicios en la asesoría de la represión y la lucha contra las aspiraciones progresistas y revolucionarias de los pueblos.
Es por estas razones que, justamente, resulta más heroica y digna de admiración la lucha del pueblo palestino, y es por ello que se hace más necesaria y urgente la solidaridad más amplia y profunda con los derechos inalienables de autodeterminación de Palestina, que debe ponerse en práctica con la formación de un Estado, y el cese de la agresión sionista de Israel.