Muchos insomnes habrá estos días. En palacio, el más célebre de aquellos ve arriesgado su proyecto vital, aunque él dice no tener interés en su futuro personal ni en su registro histórico. En 15 estados hay 15 aspirantes, y en todo el país miles de suspirantes más igualmente se desvelan. De entre ellos emergerán importantes alcaldes, diputados líderes de congresos, una nueva generación política. Son desvelos de amor y de temor por su futuro lo que altera su ritmo cardiaco.
Para estos insomnes velar las armas podría referirse a elevar suspiros; para algunos, por sus anhelos; para otros, por sus inseguridades. Para unos puede significar el arribo a lo deseado, a lo largamente soñado; para otros quizá sea alarmarse por lo que les pueda esperar con la llegada de adversarios. No tienen, pues, la conciencia en paz. Los agita la inquietud de seguir siendo felices al menos por otro periodo o de ver amenazada su tranquilidad.
Los contendientes son legión. Los ganadores, relativamente pocos, apenas pasan de 4 mil. Los llorosos serán incontables. No debe olvidarse al sujeto destinatario de esos resultados: el pueblo, que puede inconformarse con éstos en villorrios, ciudades o estados.
A unos días de los eventos puede percibirse un ambiente de inquietud ante posibles escaladas de violencia después de los comicios. Y es que cada día se suceden asesinatos políticos, amagos del narco para volverse preeminente, conductas perjudiciales para la respetabilidad recíproca, liviandades degradantes.
Cada día amanece peor que ayer. Aun así, hay personas que, en una reflexión alentadora, piensan que son de esperarse inconformidades más no desbordarán lo siempre dado.
Otros con mente histórica recuerdan las elecciones de 1940. La campaña fue muy violenta incluso el propio día de la elección, que arrojó una ventaja enorme, increíble, en favor de Manuel Ávila Camacho y acabó en un baño de sangre: grupos paramilitares del gobierno de Lázaro Cárdenas abrieron fuego contra los votantes que simpatizaban con Juan Andreu Almazán.
Personas nada optimistas advierten que, como entonces, puede haber reclamos encendidos con pérdidas de vidas, bienes y de la legitimidad necesaria. Siendo esto una posibilidad razonable, será la conducta de partidos, candidatos y ciudadanos frustrados lo que podría encender la mecha.
Si bien esas personas aceptan que hay escasos datos sobre tal posibilidad, no la descartan en los casos de Chihuahua y Michoacán, dado el carácter de sus gobernadores, Javier Corral y Silvano Aureoles, éste particularmente violento, declarado adversario de AMLO y poco dispuesto a enfrentar el futuro inquietante que tiene enfrente.
Advierten también esos pensadores acerca del ingrediente de la espontaneidad con que suelen darse ciertos hechos. Hay pólvora en varias partes: Sonora, Chihuahua, Zacatecas y lo que venga en estos días.
La inestabilidad política es otro preocupante elemento de análisis, y en él se consideraría a Nuevo León y Tamaulipas; el primer estado por los enredos de las candidaturas y el segundo por la turbulenta situación del gobernador Francisco García Cabeza de Vaca, que pocos entienden en este duelo circense. Es un teatro de infortunios donde el primero en perder en su indispensable escrupulosidad es el país. ¡Entre abogados te veas!
Los funcionarios salientes, principalmente gobernadores, tienen la total responsabilidad de preservar la paz en sus territorios. Esa responsabilidad no es sólo para el 6 de junio; se prolonga hasta el último de su gestión. Lamentablemente no es impropio calcular que más de uno cerrará los ojos y levantará las manos.
Sería deseable confiar en que la Secretaría de Gobernación ha fortalecido sus líneas de diálogo con gobernadores, partidos, candidatos y líderes autónomos para propiciar un trámite legal y pacífico a toda inquietud. Es un trabajo que debió empezar hace rato.
Seguramente el Sistema Nacional de Seguridad Pública está elaborando planes para atender contingencias vinculadas con el proceso: uno maestro, digamos, que estimule a los 32 planes estatales, el de la Ciudad de México y el correspondiente a los municipios, por importantes o modestos que sus espacios sean. El plan debería prever la constitución de células de asesoramiento legal dispuestas a resolver cualquier inquietud.
El plan maestro cubriría la responsabilidad federal y sería inductor de los regionales, los cuales tendrían que prepararse atendiendo a las peculiaridades de cada localidad. Sería muy saludable disponer de este ejercicio preventivo, pero… ¿usted qué cree?
Una posible conclusión sería que existe una situación sociopolítica muy delicada en el conjunto del país y que ésta se caldea día tras día con inocultable viveza; que son de esperarse actos de violencia regionales relativamente limitados, los cuales, a su vez, podrían desencadenar conflictos poselectorales mayores. Lo peor sería desestimar un eventual ventarrón.
Es imposible acertar qué conflictos brotarán, dónde y cuándo. Habrá que velar las armas, sí, pero primero las que sean auspiciadas por la democracia, la ley y la sensatez.