Oporto. Sobre la Plaza de la Libertad se yergue una réplica gigante del trofeo de la Liga de Campeones, que seguidores del Chelsea y del Manchester City fotografían por igual, estirando el cuello para captarla por completo.
El monumento temporal constituye un recordatorio del gran premio que estará en disputa este sábado, en la final.
Recuerda también la herencia que los dos clubes despreciaron hace apenas un mes.
La final europea, entre clubes ingleses en Oporto, es un duelo entre dos de los conjuntos más adinerados del planeta, al final de una temporada con el calendario apretujado por la pandemia.
La situación requirió de explotar al máximo a los planteles, y terminó beneficiando a los equipos con los mayores recursos.
Se trata de otro ejemplo de las ventajas con las que cuenta una elite incansable en la búsqueda de mayor riqueza y poder, limitando incluso más las posibilidades de otros candidatos a una final.
Pero frente a todas las recriminaciones que recibieron esos y otros grandes clubes tras el colapso de la Superliga secesionista que proponían, la 66 final de la Champions League aporta por lo menos algunos destellos de optimismo y esperanza en tiempos aciagos, dentro y fuera del deporte.
Salvo por un partido en Stamford Bridge, donde dos mil hinchas recibieron permiso para ingresar en diciembre, prácticamente ningún seguidor del City o del Chelsea ha podido atestiguar desde el graderío el desempeño que llevó a estos equipos a la final.
Incluso se perdieron la oportunidad de protestar en los estadios contra el intento de sus clubes por reemplazar la “Champions” por la Superliga, una iniciativa que se desmadejó en 48 horas.
Finalmente, en su partido 13 de la competición europea, los aficionados podrán ingresar al Estádio do Dragão. El ruido y la energía de la multitud, echados de menos durante la pandemia, volverán para el encuentro más importante de la UEFA, luego que la final del año pasado se realizó en Lisboa con el estadio vacío.
La final de la Liga de Campeones regresa a Portugal más bien por necesidad. Estambul quedó descartada como sede ante el aumento de las infecciones de coronavirus en Turquía.
Las esperanzas de facilitar la vida a los aficionados, jugando la final en Inglaterra —quizás en Wembley—, quedaron frustradas por las medidas de control sanitario que restringen el acceso a las delegaciones de la UEFA.