Moscú. Ante un auditorio de incondicionales legisladores y funcionarios públicos que asienten a todo lo que dice, el presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, ofreció ayer su peculiar versión del aterrizaje forzoso de un avión europeo en Minsk y, tras repetir que los servicios secretos bielorrusos nada tuvieron que ver, arremetió contra los países que condenaron la detención de Roman Protasevich y su novia rusa, Sofia Sapega, porque –según él– son unos criminales que merecen un severo castigo.
Lukashenko aseguró que nadie obligó al capitán del vuelo de Ryanair a aterrizar en Minsk y que la amenaza se recibió en un correo electrónico desde una computadora en Suiza (incluso subrayó que con frecuencia reciben amenazas desde Polonia y Lituania), el cual asevera se envió también a Atenas y Vilnius.
El mensaje, subrayó, era inequívoco: había una bomba preparada para explotar si no se cumplían las condiciones del grupo armado Hamas y, por eso, se decidió enviar un Mig-29 para sugerirle una ruta que evitó el peligro de que el avión cayera sobre una central nuclear en territorio bielorruso y le facilitó el camino hacia Minsk, aunque faltaban apenas 70 kilómetros para llegar a Vilnius.
El peligro nuclear
“¿Se imaginan qué hubiera pasado si la bomba explota encima de nuestra central nuclear?”, se preguntó Lukashenko y él mismo respondió: “no podíamos permitirlo”. Y por si alguien tuviera dudas, agregó: “además, a bordo iba un terrorista que quería cometer una masacre y en Occidente lo sabían”.
Es de suponer que para Luka-shenko el “terrorista” era Protasevich, que además tenía “un cómplice”, seguramente su novia. En cambio, le pareció normal que tres pasajeros se hayan quedado en Minsk, sin seguir el vuelo hasta su destino, Vilnius, para “no tener que regresar desde Lituania”, aclaró. Mucho menos desmintió que esos tres individuos, según se comenta, son presuntos agentes del servicio secreto bielorruso.
Para cerrar este relato, lleno de contradicciones y carente de lógica, Lukashenko no podía eludir el desmentido categórico de Hamas de que es falsa la supuesta amenaza que se le atribuye. Por ello, aportó esta frase excelsa: “Hamas o no Hamas, qué importancia tiene eso hoy en día”.
Porque, explicó, “el capitán de la nave tuvo tiempo suficiente para tomar una decisión, mientras estaba en peligro la vida de 123 pasajeros de distintos países y seis miembros de la tripulación”.
Para Lukashenko, lo verdaderamente relevante es que Occidente de inmediato, apenas aterrizó el avión, lanzó contra Bielorrusia “una operación de guerra híbrida muy bien coordinada de antemano” y, en lugar de acusarla, “deberían de decirnos para qué servicios de espionaje trabajaban los criminales que pudimos detener”.
Sostiene que los enemigos de dentro y fuera del país están modificando sus métodos de ataque contra el Estado (bielorruso) y, de organizar revueltas, pasaron a la etapa de “estrangular” Bielorrusia. “Han sobrepasado las fronteras del sentido común y de la moral”, enfatizó.
Y cerró Lukashenko con otra frase de antología: “No les gusta volar a través de la Bielorrusia segura, vuelen por donde aniquilaron a 300 personas”, en alusión al Boeing-777 de Malaysian Airlines derribado en 2014 por un misil en la zona de conflicto en Ucrania.