El pianista Juan Pablo Horcasitas ha enfocado su interés en el repertorio creado en México y el resto de América Latina, con especial énfasis en el contemporáneo.
“Tengo amigos compositores muy importantes de México y otros países y siempre estoy tocando su música. Me parece que es una labor que el músico actual debe impulsar”, explica.
“He tocado música mexicana, argentina, brasileña, cubana; la razón es muy sencilla: en música no debe haber otro criterio más que el de la buena o la mala calidad, y si es de buena no importa entonces la época ni el lugar de donde provenga.”
La más reciente grabación del intérprete mexicano da cuenta de esa manera de pensar. Su nombre es Prelude y en ella incluye una serie de 14 preludios escritos lo mismo por figuras señeras del arte sonoro, como Bach y Chopin, hasta autores más próximos a nuestra época y geografía, como los mexicanos Carlos Chávez y Leonardo Coral, así como el estadunidense Ri-chard Danielpour.
Incluye al ruso Nikolai Kapustin, cuyas tres piezas en esta selección se distinguen por su marcada influencia jazzística, y en ese mismo derrotero se encuentra una versión para piano de la canción Preludio a un beso, de Duke Ellington. Así, ésta es la primera ocasión que el pianista graba también jazz.
“Es un disco muy dinámico, porque hay muchos contrastes de estilo, velocidad y longitud en las piezas. La idea es que el oyente sienta que está en un recital de piano. Lo que siempre busco en mis presentaciones es que haya un tema o hilo conductor, en este caso son los preludios, y que al final el público se vaya a casa con una idea o una reflexión”, dice Juan Pablo Horcasitas en entrevista telefónica desde Nueva York, donde reside hace varios años.
“Por lo general, dejo ese papel a la última pieza, que en el caso de este material es la transcripción de uno de los preludios y fugas del clave bien temperado de Bach. Es una pieza que realmente hace reflexionar, algo que los artistas y todas las personas debemos hacer ahora ante la pandemia.”
Nacido en la capital de la República en 1977, el pianista refiere que su interés por el repertorio de México y América Latina, en especial el de reciente factura, es inherente a su formación, pues era música que tocaban regularmente sus maestros.
“Para mí es natural, algo que todo el mundo debería tocar. He tenido también mucho contacto con compositores mexicanos vivos y cuando escucho su obra y me gusta me dan ganas de tocarla, lo mismo que me pasa con Mozart, Bach y Rachmaninov”, resalta.
“Toco música latinoamericana porque me gusta y considero que se debe dar a conocer, sobre todo por la enorme dificultad que enfrenta en todas partes para que la programen. Aclaro que no lo siento una obligación, sino un placer y privilegio.”