A 11 días de las elecciones mexicanas, la Administración Federal de Aviación (FAA, conforme a sus siglas en inglés), perteneciente al gobierno de Estados Unidos, rebajó la calificación de México en cuanto a estándares de seguridad en operaciones aéreas.
Pasar del nivel 1 al 2 en las graduaciones correspondientes significa un golpe a las aerolíneas mexicanas, y en particular a la industria turística, sobre todo en la difícil situación económica actual.
Pero, más allá del impacto en términos económicos y del tiempo que lleve a México remontar tal degradación (en 2010 hubo una situación similar, que se corrigió en 162 días, para regresar al nivel 1), la decisión aeronáutica cae como anillo al dedo (expresión tan politizada) a la oposición al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), pues le sirve para agregar leña a la hoguera mediática que pretende caracterizar dicha administración como una colección de medidas que están “destruyendo” al país.
A reserva de que se abunde en los aspectos técnicos de la degradación de los niveles de seguridad aérea en México, y se lleguen a corregir, lo que está políticamente sobre la mesa es la campaña propagandística que se ha desatado contra la autodenominada Cuarta Transformación (4T) desde las cúpulas de los partidos que integran la coalición Va por México, particularmente el Revolucionario Institucional y Acción Nacional, que tienen amplia experiencia en la llamada guerra sucia.
En notas informativas del reportero Enrique Méndez, La Jornada ha publicado que el presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno, alias Alito, ha contratado al español Antonio Sola y al cubano anticastrista Vladimir de la Torre como asesores en materia de propaganda política (https://bit.ly/3yz1abr y https://bit.ly/3umTFRe). Sola, consultor en campañas electorales, trabajó con Felipe Calderón y Acción Nacional en 2006 y se le atribuye ser el creador de la frase que disparó el encono partidista y social que se vive hasta la fecha: “López Obrador, un peligro para México”.
El mismo fraseo tremendista se ha incrementado en semanas recientes, conforme se acerca la hora de las urnas. Las redes sociales están inundadas de mensajes que de manera soez, o quejumbrosa, o aparentemente reflexiva, aseguran que la nación está al borde del abismo y que se vive un proceso de “destrucción” de un presunto legado positivo que habrían dejado las administraciones federales encabezadas por priístas y, en una alternancia de siglas, por panistas.
Desde luego, el “necesario” freno a esa supuesta barbarie, el “contrapeso” para evitar el “caos”, consistiría, según tales opositores, en votar por los mismos causantes del desastre que llevó en 2018 a la mayoría de los mexicanos a optar por una propuesta de centroizquierda, encabezada por AMLO.
El propio Marko Cortés, presidente nacional del PAN, repitió este lunes, durante la firma de un acuerdo legislativo con el PRI y lo que queda del PRD, que “ya está clarísimo que (López Obrador) es un peligro para México”. El enriquecido Alito, cuyo sobrino es candidato a gobernar Campeche, dijo con descomunal desmemoria histórica que la administración obradorista y Morena “son una tragedia, son una desgracia para el país”.
En ese contexto de exacerbación de pasiones políticas y partidistas elementales, es decir, de recurrencia a la insistencia mediática e internética para asentar falsas verdades, llega por vía aérea una resolución estadunidense que el antiobradorismo aprovecha de inmediato para insistir en “la dictadura” y “el desastre”.
No es que carezcan el obradorismo y el morenismo de puntos criticables (todo lo contrario), pero sus opositores, carentes de propuestas viables, sin liderazgo verdadero, lastrados por su responsabilidad histórica en el saqueo, la corrupción y la injusticia, tratan de dibujar un pasado “rescatable”, como treta electoral basada en una supuesta amnesia colectiva. ¡Hasta mañana!
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