Qué raro: los mismos que 13 años atrás aplaudieron como focas al entonces inquilino de Los Pinos –el tal Borolas– tras anunciar (18 de marzo de 2008) la “construcción” de la refinería Bicentenario, hoy son rabiosos críticos de la nueva planta en Dos Bocas, Tabasco, y, de pilón, de la adquisición de 50 por ciento de Deer Park en Houston (la otra mitad ya era mexicana), ambas, iniciativas del presidente López Obrador.
Tal vez la diferencia entre la ovación tras el anuncio de la Bicentenario y las sonoras mentadas por la construcción de Dos Bocas, más Deer Park, es que la primera garantizaba otro jugoso negocio para el grupo compacto, con precios inflados y presupuesto creciente e inagotable (al estilo del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México), mientras de las segundas no les tocará un solo centavo, amén de que la anunciada por el Borolas nunca trascendió el discurso (y miren que fue reiterativo) y la promovida por López Obrador se inaugurará en julio de 2022, con el plus de que la refinería de Houston ya es 100 por ciento mexicana.
El 18 de marzo de 2008, 70 aniversario de la expropiación petrolera (conmemoración realizada en Paraíso, Tabasco, donde, por cierto, hoy se construye la nueva planta en Dos Bocas), el inquilino de Los Pinos (el tal Borolas) anunció, urbi et orbi: “siendo un país petrolero importamos 40 por ciento de nuestras gasolinas (hoy supera 70 por ciento). Es urgente tomar acciones para reducir esta creciente dependencia. Es por ello que en este momento giro instrucciones a la Secretaría de Energía y al director general de Petróleos Mexicanos para que, sin dilación, inicien los estudios y analicen la factibilidad técnica, financiera y logística que nos permita construir una nueva refinería en el territorio nacional (…) con el fin de disminuir nuestra dependencia. Iniciar los trabajos que nos permitan contar en el futuro cercano con esta nueva refinería, es una buena manera de celebrar la expropiación petrolera”.
De ahí para adelante todo fue discurso, porque la Bicentenario no se construyó… salvo la barda perimetral que delimitaba el terreno donde mágicamente, algún día, según la leyenda, aparecería una refinería por ser “una buena manera de celebrar la expropiación petrolera” (el chiste fue de Calderón). Y el tiempo pasó y pasó, y de la refinería ni sus luces.
El Borolas repitió el anuncio de la Bicentenario en las siguientes conmemoraciones de la expropiación petrolera (de 2009 a 2012) y, por si fuera poco, lo incluyó en el “programa anticíclico” para “enfrentar” la crisis económico-financiera que comenzó en 2008, cuando la economía nacional se desplomó. Desde luego, a lo largo de ese periodo, ni un tornillo para la “nueva refinería”.
Sin embargo, ello no fue obstáculo para que el segundo director general de Pemex del calderonato, Juan José Suárez Coppel (el primero fue Jesús Reyes Heroles González Garza), anunciara en marzo de 2011 que la entonces paraestatal “tiene interés en comprar una refinería de gran capacidad en suelo estadunidense; la operación será cerrada este mismo año, porque es estratégica… de hecho, está en posibilidades de hacer más de una adquisición en la industria de la refinación petrolera de Estados Unidos”. Tampoco se concretó y México importó cada vez más combustibles, miles y miles de millones de dólares se destinaron a tal fin.
Felizmente, Calderón se fue mucho a su casa, y con la llegada de Peña Nieto el gobierno anunció que la Bicentenario “no se cancela”, pero se construiría siempre y cuando se aprobara la “reforma energética” (Pedro Joaquín Coldwell y Emilio Lozoya dixit). Y se palomeó, pero la nueva refinería se mantuvo en el limbo hasta que el 14 de octubre de 2014 el secretario de Energía Pedro Joaquín Coldwell la sepultó: “no se construirán más refinerías”.
Pero hoy las focas aplaudidoras de antaño derraman ácido, porque ahora sí se construye una refinería (Dos Bocas) y, de pilón, la de Deer Park.
Las rebanadas del pastel
En la plaza de toros de Pachuca, Hidalgo (20 de mayo de 2012), el candidato tricolor Enrique Peña Nieto se “comprometió” con los hidalguenses a “construir la refinería Bicentenario” (pendiente desde el sexenio calderonista) y un aeropuerto en Tizayuca, “obras que sólo han sido promesas que nosotros haremos realidad”. Obvio es que incumplió.